Los hermanos
Coen nos llevan esta vez al Nueva York de los años 60 para explicarnos la
historia de Llewyn Davis, un cantante de folk que busca su oportunidad para
vivir de la música. Davis es joven, tiene talento y se mueve por el Greenwich Village,
el lugar que sirvió de punto de inflexión a cantantes de envergadura como Bob
Dylan. Sin embargo, él no tiene suerte. Malvive con lo poco que gana de sus
actuaciones después de pasar la cesta por el público y duerme en casa de amigos
con quienes guarda una relación a veces tirante.
De la última
cinta de Ethan y Joel Coen (Fargo, El gran Lebowski, Quemar después de leer, No es
país para viejos) se dice que con la que más guarda relación es con O Brother! (2000), por los tintes
homéricos que guardan ambas historias. Este Llewyn Davis es un tipo que sale de
su casa para embarcarse en la gran odisea de vivir de su música y que se
resiste a tirar la toalla a pesar de que los infortunios no le dan un respiro.
Viaja desde Nueva York a Chicago para conocer a un productor y regresa como
puede. En ese camino va acompañado de un tipo molesto, un hombre gruñón con
problemas para moverse y casi para respirar, una especie de mosca cojonera que
interpreta John Goodman, actor que ya apareció en O Brother! y que era el trasunto del cíclope con el que se
encuentra Ulises en la Odisea de
Homero. En A propósito de Llewyn Davis
hay que decir que tenemos a más de un Ulises, aunque ya se encargará el
espectador de encontrarlos.
Efectivamente,
la lucha de Davis es una odisea, solo que bastante lineal y con la sensación de
que hay algo que se repite constantemente. El carácter del protagonista no es
el del personaje de Homero ni el de aquel otro que interpretaba George Clooney
en O Brother!, sino más bien el de un
tipo falto de carisma, sin suerte, con oficio pero sin beneficio, soñador pero enganchado
al fracaso. Dicho de otro modo, con el talento suficiente pero seguramente con
la actitud equivocada. Y esa falta de chispa del personaje (vamos a llamarlo así) hace que
su viaje se me haga un tanto aburrido. La odisea de Davis es tranquila a más no
poder, ni le acompañan personajes emocionantes ni se encuentra con ellos. Es
como si todo lo que orbitase alrededor del protagonista estuviese impregnado de
desencanto y cierta modorra.
A propósito de Llewyn Davis es un
producto cinematográfico correcto, con una banda sonora magnífica y un
personaje central bien interpretado por el actor guatemalteco Oscar Isaac (Drive, El legado de Bourne, Che: El
argentino), quien ha llevado a cabo aquí el proyecto más ambicioso de su
carrera. También destacable la participación de Justin Timberlake,
especialmente en esa escena cantando Please
Mr. Kennedy con Isaac y el actor Adam Driver. Pero para mí no deja de ser
eso, una película correcta, a veces emotiva e ingeniosa pero a veces también pesada.
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