jueves, 27 de noviembre de 2008

Entrevista con Juan Gómez-Jurado

Juan Gómez-Jurado ya es un peso pesado de la literatura de misterio en España. Ha arrasado dentro y fuera del país con sus novelas Espía de Dios y Contrato con Dios. El Premio de Novela Ciudad de Torrevieja le sorprendió, al menos así lo afirma él. A pesar de que intenta mantener los pies en el suelo, no puede disimular una entera satisfacción por lo bien que le están saliendo las cosas.

El Torrevieja es el segundo premio mejor dotado de las letras españolas, lo que aporta una mayor promoción y un sustancioso cojín de 360.000 euros. Juan Gómez-Jurado llega con una sonrisa en la cara. No tiene síntomas de cansancio. Antes de empezar la entrevista, llama a su esposa. Le comenta detalles de la promoción y hablan de temas más cotidianos.

Se entrega al máximo en la entrevista y no duda en ningún momento de lo que tiene que decir. Es un tipo seguro, apasionado e incluso humilde. Con 14 años soñaba con ser Ken Follett y, de momento, ha conseguido algo que resulta más atractivo: crear una literatura con carácter propio y que su nombre, Juan Gómez-Jurado, y ahora su novela, El emblema del traidor, lleguen a miles de lectores.

Manel Haro / Patricia Tena. Barcelona

En la novela hay masonería, nazismo, amor y traición. ¿Cuántas tramas y subtramas hay en El emblema del traidor?
Unas cuantas (ríe). Sobre todo es la historia de Paul Reiner, que busca a su padre en la Alemania de entreguerras. En esta búsqueda acaba encontrándose a sí mismo. Es una novela de intriga, pero a la vez hay un poso emocional importante.

¿Qué hay de realidad en el personaje del capitán González?
La historia del capitán González parte de otra historia real que me contó un librero de Vigo. En 1940 el padre de este librero se encontraba a bordo de una patrullera en el estrecho de Gibraltar, cuando de pronto se encontraron con una patera en mitad de las olas. Ellos arriesgan sus vidas y suben a los cuatro pasajeros a bordo. Entonces se dan cuenta de que no son subsaharianos, sino cuatro alemanes blancos y rubios. Estos les piden con señas que les lleven a Portugal. En un acto de generosidad, el capitán González los lleva a Portugal. El cabecilla de estos náufragos entrega al capitán González un emblama de oro y diamante, que es el que aparece en la portada del libro. Aunque parezca una historia sacada de una película es real.


¿Cómo empieza la labor de documentación para escribir una novela partiendo de esta historia real?
Lo primero fue averiguar qué era ese emblema. Sabíamos que podía tener algo que ver con la masonería, pero había expertos internacional que habían dicho que eso era falso porque los masones nunca hacen emblemas de materiales nobles. Viajé a París, Munich, Berlín... para encontrarme con cualquier persona que supiera algo de masonería alemana. Uno me dijo que cuenta una leyenda masónica que, cuando Hitler llegó al poder, encargó a Adolf Eichmann que acabase con la masonería. Es sorprendente cómo una sociedad secreta como la masonería acabó cayendo en pocos meses porque 80.000 de ellos acabaron en campos de concentración en un año. Al parecer, hubo un masón que vendió a los demás, un traidor. Como premio, Hitler entregó una parodia del emblema de masón, pero en oro y diamantes. Utilicé como punta de partida todo esto, que es real.

Le gusta matizar que ésta no es otra novela sobre el nazismo.
Es muy importante. Ésta es una novela de intriga, de venganza, de amor. No es una novela tipo El código da Vinci y demás, de las que estamos todos hartos; ésta es una novela distinta, de aventuras. Yo tropecé con esta historia y empecé a partir de lo que encontré. Las 19 primeras páginas habla del capitán González, pero luego hay otro punto de vista totalmente diferente.

¿Por qué dice que ésta es su novela más ambiciosa?
Porque yo he tenido que trabajar mucho con una documentación exhaustiva. Estuve, por ejemplo, en clubes de jubilados para que todo aquel que tuviera más de 80 años, me explicaran cómo vivían en los años 20. Así me contaban a qué olían las calles, a qué se dedicaban, a qué hora se iban a la cama, cómo trabajaban... Es decir, detalles nimios que no se encuentran en libros de historia, pero que luego a la hora de convertir tu imaginación en realidad son fundamentales. Lo que ellos me contaban los integraba en los personajes.

Usted estaba trabajando en otra novela antes de que el librero de Vigo le contase esta historia. ¿Tanto le impactó?
Le veo documentado (ríe). Sí, estaba escribiendo una novela sobre la guerra de Irak. Estaba en el proceso de documentación y tenía billetes reservados para ir a Bagdad para conocer los hechos de primera mano. Mi mujer quedó encantada de que dejara la historia de Irak, a pesar de que iba con una empresa londinense que se encarga de llevar a Bagdad a periodistas con medidas de seguridad extremas.


No es de extrañar...
Sí, piense que el trayecto entre el aeropuerto y la Zona Verde de Bagdad es de las más peligrosas del mundo: bombas, atentados... Yo estaba acojonado, pero quería estar allí para contar cómo vivía la gente. Era un thriller. Pero me cautivó tanto esta otra historia, que no me quedó más remedio que cambiar (ríe).

¿Qué opina cuando le dicen que es el Ken Follett español?
Como un niño de 15 años cuando le dicen que juega como Kubala o como Eto'o (ríe). Yo soy un enamorado de la literatura. Yo aprendí a leer con Julio Verne, pero con 14 años leí Los pilares de la tierra. Cuando terminé, pensé que yo quería hacer cosas como esas. Evidentemente era una idea demasiado ambiciosa. Cuando conocí a Ken Follett este año, me dio la enhorabuena por tener un sueño y luchar hasta conseguirlo. A mí se me caían las lágrimas.

Qué menos...
Claro, te vas haciendo mayor y ves que tus sueños se cumplen, que tu primera novela se publica en 40 países. Yo le decía a Ken Follett "señor Follett, preocúpese porque le robaré el puesto". Se lo dije en broma, claro, pero se lo tomó en serio (ríe) y me dijo que tendría que ir con cuidado. Él es muy correcto y un auténtico caballero.


¿Se puede confiar en la transparencia del Premio de Novela Ciudad de Torrevieja?
Yo siempre lo he defendido. Fernando Savater decía en la rueda de prensa del Planeta que hoy en día, creer en el Planeta es como creer en los Reyes Magos. Presentar mi novela al Torrevieja fue idea de mi mujer. Yo no pensaba que fuera a ganar, pero cuando me llaman por teléfono para decirme que estaba entre los cinco finalistas, me pasé la noche temblando. Lo mismo que la noche del fallo, que llegué a encontrarme mal de los nervios (ríe).

Sus anteriores novelas han sido traducidas a muchos idiomas. ¿Cuál le ha hecho más ilusión?
El otro día me llegó una traducción de Contrato con Dios al coreano. Llamé a mi agente en Corea del Sur y le preguntaba cuál era mi nombre y cuál era el título, porque no podía reconocer ni mi nombre de la portada. Es increíble ver que a miles de quilómetros hay gente que te está leyendo, con una cultura diferente y que nunca conocerás.

Después del éxito de Espía de Dios, de Contrato con Dios y de El emblema del traidor, ¿es difícil no morir de éxito?
Tanto mi mujer como mi agente, Antonia Kerrigan, me protegen mucho. Me mantienen al margen de las negociaciones. Yo sólo me entero de todo cuando llega un contrato a casa para firmarlo. De ese modo, puedo dedicarme a mi familia y a trabajar. Mi preocupación ahora es hablar con vosotros. Hace unos minutos mi mujer me hablaba de que mi hijo necesita unos pañales más grandes (ríe). Esa cotidianeidad es necesaria para mí.

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