martes, 10 de marzo de 2009

Entrevista con Antonio Garrido (autor de 'La escriba')

Antonio Garrido va cargado con bolsas. En una lleva una ballesta, en otra un cráneo de oso. También tiene a su lado el atrezzo –una portada gigante de su novela- para la posterior presentación en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Barcelona. Pero eso no es todo, lleva un sello para firmar libros, para que sus dedicatorias tengan un valor añadido. No hace falta decir que es una persona muy cuidada con lo que hace y que se siente ilusionado con el éxito que está teniendo su novela.

Antonio Garrido publicó en 2008 La escriba (Ediciones B), con la que está consiguiendo un reconocimiento inmediato. El autor explica en su web que el manuscrito estaba a medias en un cajón de su despacho esperando a ser retomado. Ese momento llegó cuando fue atropellado por un coche. El tiempo que pasó en caso para recuperarse le llevó a retomar la escritura de la novela. Curiosa casualidad, si tenemos en cuenta que no es la única. Será que el destino existe.

Manel Haro. Barcelona (para Anika Entre Libros)

Un día acude usted a un congreso de ingeniería en Wiessbaden (Alemania). Un tipo, Gerhard Müller, le confunde con otra persona. El resultado es que acaba de invitado en su casa con su esposa, Frida Müller. Ella le habla del documento central de esta novela.
Yo tenía avanzada la documentación para escribir una novela que trataba sobre las incursiones normandas en Inglaterra, a principios del año 800. Quería escribir sobre esa época, pero no estaba realmente satisfecho, estaba en un periodo de búsqueda. Pero todo cambió cuando Frida me habló de un documento que es, yo creo, el más importante de toda la humanidad occidental, después de la Biblia, porque ha afectado al desarrollo del cristianismo y a los valores de la Iglesia. Es un documento desconocido, aunque real. Solamente saben de él historiadores y teólogos, pero no está difundido. Fue la chispa que me servía de hilo conductor para la novela que quería escribir.

Hay en la novela dos tramas: una que versa sobre un documento de vital importancia para la cristiandad y otra que habla sobre plagas en el trigo. ¿Por qué estas dos tramas, aparentemente, tan alejadas una de la otra?
No quería centrarme en el tema del manuscrito, quería también reflejar distintos ambientes y situaciones. Para esto, acudí a la otra trama, la del trigo envenenado. Me pareció curioso, porque dejaba a la luz todas las dificultades que tenían las personas de la época con el tema de las plagas, el desconocimiento del sistema científico para acotar estas epidemias. Además, me permitía aportar nuevos personajes que dieran juego a la novela, no hablar solamente de la protagonista. Esto proporciona más aventuras y la hace más entretenida.

¿Cuál diría que es la esencia de esta novela?
Es la aventura de una mujer que, en un mundo de hombres, lucha contra una sociedad que antes de nacer ya le ha impuesto un destino. Es una alegoría, una oda a los débiles y oprimidos, a quienes no se resignan a la opresión y luchan con fuerza por sus ideales. Son las aventuras de Theresa, no las de un documento, una joven que atesora un anhelo vital. Que para luchar por ese anhelo ha de enfrentarse a sus superiores, huir y abandonar a su familia, aprender a desenvolverse en un lugar extraño y entre extraños, a enamorarse, a trabajar y adquirir responsabilidades, a crecer como persona. Y cuando consigue asentarse, debe enfrentarse a un dilema. Disfrutar de su nuevo oficio y las tierras conseguidas, o regresar a su hogar para buscar a su padre y someterse al juicio por los delitos cometidos. Su madurez se refleja en sus decisiones, y sus acciones se derivan de su carácter, pero también de sus circunstancias.

Uno de los aspectos que sorprende es que su protagonista sea una mujer. ¿Por qué esta elección?
Está claro que para que una novela de aventuras avance y enganche, tiene que haber conflicto. Si no hay conflicto, el lector no se involucra. Una mujer en esta época tenía muchas dificultades, por lo que los conflictos eran mayores. Por otro lado, me apetecía ponerme en el papel de una mujer de aquella época, cómo se sentiría y hasta dónde podría llegar. Theresa no es una erudita, no tiene un afán de conocimiento desmedido, solamente quiere trabajar de escriba, porque es el oficio de su padre. Esa aspiración tan sencilla, en cambio, era difícil de llevar a cabo. Además yo quería que fuera un reconocimiento a todas esas mujeres que han sido héroes a lo largo de la historia y que se han quedado sin reconocimiento sólo por ser mujeres.

E imagino que también tendrá algo que ver el hecho de que personajes masculinos escribas en la literatura hay muchos pero femeninos muy pocos.
Sí, también era habitual que los escribas fueran hombres, pero no olvidemos que en la época de Carlomagno algunas mujeres tenían cargos de responsabilidad. Y en la literatura sí es cierto que la mayoría de escribas son hombres.

En la novela nada es lo que parece, lo dice la contraportada del libro. He visto que es un argumento lleno de giros inesperados. ¿Se planteó al principio todos estos giros o le fueron surgiendo a medida que escribía la novela?
Para mí una novela es como un viaje y ese viaje se puede organizar de muchas maneras: se puede hacer un viaje con todo pensado o dejarse llevar por la aventura. Yo quería llegar a mi destino, pero quería permitirme ciertas libertades por el camino. De tal modo, cuando yo me planteo la novela, tenía claro el armazón para no perder el hilo. Es decir, quería tener la libertad para disfrutar de lo que iba surgiendo, pero sin olvidar a dónde quería llegar.

Toca usted una época de la que es difícil documentarse. ¿No le dio vértigo adentrarse en ella en su primera novela?
Sí, era más difícil, pero era un reto. No pensaba en la dificultad, sino en la oportunidad. Es una época de la que no se han escrito demasiadas novelas, por lo que me permitía escribir sobre algo relativamente nuevo. Era complicado, pero todo era cuestión de trabajar más.

He notado mucho cuidado por los pequeños detalles. Por ejemplo, los precios de las cosas...
En cuanto al tema de los precios, casi no había documentación. Tuve que irme a los precios que había al final del Imperio Romano y a los que había al principio de la baja Edad Media, donde sí había documentación. Entonces, tenía que sacar una especie de evolución de los precios. Vi la equivalencia de precios de esa época. Todo esto son cuatro pinceladas en el libro, pero es lo que otorga realidad a la novela. Además, no estamos hablando de dinero, sino de trueques. Para comprar una determinada cosa, había que pagar tantos panes, por ejemplo. Eso añade otra dificultad, no podía mencionar cualquier mercancía, porque había que cerciorarse de si esa mercancía existía en esa época y qué tipo de personas podían disponer de ella.

¿Se considera usted escritor de novela histórica o cambiará de rumbo en próximas novelas?
Yo creo que lo importante es que la novela guste, independientemente de géneros, que es algo que nos viene impuesto. Para mí no existen los géneros, esta novela está ambientada en una época y se acabó. En ese sentido, no me gustaría encasillarme. Tengo pensadas otras historias que pasan por temas más actuales.

Al final de su libro, reconoce que escribe para los lectores. Normalmente los escritores dicen que no piensan en los lectores cuando escriben…
Lo que pretendo cuando escribo es que finalmente el lector disfrute. Además pienso en un lector heterogéneo. Yo no escribo la novela que me gustaría a mí, sino la que gustaría a los lectores. Pero no por el hecho de vender más o menos, sino por hacer que disfruten con lo que yo escribo. Es una satisfacción difícilmente explicable. Es la necesidad que tenemos todos de sentirnos queridos.

Teniendo en cuenta que es su primera novela, ¿desde que usted la escribe hasta que se publica, ha habido algún tipo de maquillaje por parte de la agencia o la editorial?
No demasiados. Precisamente mi agente literario me lo comentaba, por ejemplo, de los alemanes. En Alemania tocan bastante los textos, pero conmigo no ha sido así. Yo creía que eso era lo normal, pero luego he visto que no, que lo normal es que se maquille el texto. Me siento contento en ese sentido. Pero también digo que he aceptado consejos para que la novela quede lo más redonda posible. De todos modos, no son cosas esenciales, porque cambiar determinados aspectos implica cambiar toda la novela. Uno tiene que ser analítico, saber qué ha escrito y saber aceptar los consejos.

¿Cuánta gente ha leído su manuscrito antes de ser publicado?
Por ejemplo, lo leyó Carlos García Gual, al que conocí en un curso de novela histórica impartido en Valencia. Le hablé de que estaba escribiendo una novela y rápidamente se ofreció a leerla y a aconsejarme. Fue la primera persona exterior a mis allegados que leyó el original. Recuerdo que me llamó y fue muy elogioso, luego fui a su casa en Madrid para hablar de la novela. Fue el primer comentario objetivo y positivo, porque solamente habían leído el manuscrito mis familiares.

¿La literatura le va a permitir ahora abandonar su puesto docente en la universidad?
Estamos en ello, no lo he dejado, pero le dedico menos tiempo. A mí la vida no me ha cambiado, quienes cambian son los que te rodean, que te miran de otra manera. Yo sigo siendo el mismo, lo que más me ha cambiado es tener la tranquilidad de poder emprender una nueva novela con tranquilidad, sin pensar si la venderé o no y todas esas cosas.

¿Ha firmado usted algún precontrato para su siguiente novela?
No, mi agente ya se encarga específicamente de que eso no suceda. En Alemania, por ejemplo, querían comprar otra novela fuera de lo que fuera. Pero mi agente, con buen sentido común, no quiso.

¿Cuántos ejemplares ha vendido en apenas ocho meses?
Ahora mismo 18 países han comprado los derechos de traducción en un total de 12 lenguas. Se han vendido unos 200.000 ejemplares, que está muy bien siendo una primera novela. Yo estoy muy contento, no puedo pedir más.

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