Una
de las iniciativas que más me motivan de cualquier editorial es el empeño en
recuperar textos olvidados de escritores que, o bien fueron relevantes, o bien
no llegaron a serlo aunque no por falta de talento. Hablo de cuando Destino
decide volver a lanzar en un volumen dos novelas de Ignacio Agustí, o de cuando
Acantilado reúne las crónicas de Eugeni Xammar, o Melussina recupera a Albert
Londres e Ilya Ehrenburg, o BackList piensa que Carmen de Icaza merece volver a
estar en librerías o Blackie Books llega a la conclusión de que Jardiel Poncela
tiene todavía mucho que ofrecer. Esto, claro está, entre otros muchos ejemplos.
Me
gusta pensar que no es que las editoriales les den una segunda oportunidad a
los textos (en general, estos han sido amortizados a lo largo de los años por
varias generaciones de lectores), sino que la auténtica oportunidad es la que
nos brindan a nosotros de poder descubrir auténticos tesoros que, de no
encontrarlos en librerías de viejo, podían habernos pasado desapercibidos. Un
buen ejemplo de esto es el caso de Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897 -
Londres, 1944), un desconocido hasta hace unos años para muchos y que gracias a
la labor de editoriales como Almuzara, Libros del Asteroide o Espuela de Plata,
entre otras, ha vuelto a librerías luciendo, prácticamente al completo, sus
galas literarias y periodísticas.
Uno
de los títulos que Almuzara ha recuperado es Bajo el signo de la esvástica, los reportajes que Chaves Nogales
escribió en el periódico Ahora sobre la Alemania nazi a pocos
meses del ascenso al poder de Hitler. El periodista sevillano vierte una mirada
sobre la realidad de una población alemana que poco a poco se va dejando
convencer, cada vez con más entusiasmo, por las ideas de un hombre que asegura
tener la hoja de ruta para devolver a Alemania y a los alemanes al lugar que
les corresponde. Y el camino parece ser inevitable: la guerra. “A los quince días de estar en Alemania se
oye hablar así y no se escandaliza uno: No tenemos más remedio que hacer la
guerra, y el único hombre capaz de llevarnos a ella es Adolfo Hitler. Sólo por
eso cuenta Hitler con la adhesión inquebrantable de sesenta millones de
alemanes. El programa que se ha trazado el partido nacionalsocialista satisface
plenamente las aspiraciones del pueblo alemán”.
Chaves
Nogales se sitúa en una posición de observador. No se deja impresionar por lo
que ve y oye, pero no pierde la capacidad de identificar cuáles son las señales
que apuntan a un cambio de actitud en el alemán medio, quien hace suyas las
necesidades expansionistas de Hitler: “nuestro destino histórico es la Gran
Alemania, el Imperio. No renunciamos, ni hemos renunciado nunca, a un solo
alemán de Alsacia, Lorena, Polonia, Austria o Checoslovaquia. Reconquistaremos
los territorios perdidos de 1918, incluso contra la voluntad de sus habitantes
si la independencia de la patria alemana y las necesidades de su poder político
lo reclamasen”. Estas palabras, vale la pena remarcarlo, fueron recogidas en
mayo de 1933.
Chaves
Nogales no se limita a destacar cómo va calando la furia de Hitler entre los
alemanes, sino que analiza también cuál es el país que se van a encontrar las
nuevas generaciones: “A partir de ahora, el niño alemán vendrá al Mundo con el
convencimiento indestructible de que es un niño privilegiado que pertenece a la
mejor raza de la tierra”. La Alemania que está naciendo es la de unos hombres
dispuestos a sacrificarse por el trabajo y por su patria, la de unas mujeres
que “Hitler ha metido en la cocina de un manotazo”, la de unos niños que
encarnarán la perfección de la raza aria. Un país que se creerá perfecto e
indestructible.
A
través de estos textos, el lector podrá ver también una comparación entre el
carácter del pueblo alemán y el español. Chaves Nogales avisa varias veces de que
lo que está viendo en las calles de Berlín difícilmente podría ocurrir en
España, porque el español es muy diferente del alemán y porque las condiciones
de vida de un país nada tienen que ver con las del otro. Se sorprende, por
ejemplo, cuando ve a ciudadanos altamente cualificados dedicados a tareas de
campesinos, como cuando se topa con “uno de esos millares de ingenieros
alemanes que no han trabajado nunca, porque no han tenido en qué trabajar.
Todavía no se conoce en España esta tragedia del hombre laborioso y capacitado
que consagra su juventud a adquirir una técnica difícil y que luego se ve
envejecer y morir en la miseria, sin que el Mundo le haya ofrecido jamás la
ocasión de ser útil y sin que haya podido probar si servía o no”. Y añade:
“Así, declarados superfluos, hay muchos millares de hombres en Alemania;
técnicos de todas las técnicas que, con sus diplomas en el bolsillo, barren las
calles o escardan los sembrados”. La vida y la historia dan muchas vueltas: ¡si
Chaves Nogales levantara la cabeza!
Bajo el signo de la esvástica
es un excelente libro, necesario, sobre el nacimiento del nazismo en Alemania,
pero también sobre como el ser humano, en situaciones desesperadas, son capaces
de agarrarse a cualquier esperanza y hacer suyos unos radicalismos que antes ni
se les había pasado por la cabeza. Además, es una radiografía indirecta de la
ingenuidad que vivía España en 1933, ajena todavía al futuro que se le
avecinaba. Recuperar a Chaves Nogales ha sido un gran acierto. No cabe ninguna
duda.
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