Se ha hablado
mucho últimamente de la nueva película del danés Lars Von Trier, director tan respetado
para unos y tan aburrido para otros. Suyas son películas rompedoras, siempre
con ese espíritu de provocación, como Bailando
en la oscuridad, Dogville, Manderlay, Anticristo o Melancolía.
En esta ocasión parece que Lars Von Trier ha querido superarse con una película
larguísima de cuatro horas, que se estrena en dos partes, la primera de ellas
el pasado día de navidad y la segunda llega en enero.
Antes de su
estreno, de Nymphomaniac ya se
hablaba que iba a ser un escándalo, que iba a pegar fuerte, primero que íbamos
a ver a actores conocidos como Jamie Bell (Billy
Elliot) o Uma Thurman (Kill Bill,
Pulp fiction) practicando sexo explícito y luego que en realidad en las
escenas más tórridas iban a ser doblados por actores porno. Pero todo lo que se
hablaba de la película eran meras conjeturas, provocaciones y un hábil juego al
despiste del equipo de Von Trier. Tocaba ir al cine para ver qué era realmente
lo que acaba de crear el director danés, aunque sabiendo que nos íbamos a
quedar a medias, al menos hasta enero.
Efectivamente,
en Nymphomaniac hay mucho sexo,
aunque desde luego no tan descarado, ni llevado tan al extremo como nos habían
hecho pensar (recordemos, no obstante, que estamos hablando por hablar, puesto
que solo hemos visto la primera parte, abreviada o censurada, y todavía no
sabemos qué nos deparará la segunda). Sí vemos a una mujer sedienta de
experiencias sexuales diferentes, pero el relato todavía no es tan diferente de
otros muchos que se han hecho, al menos en la literatura, de la condición de
adicto/a al sexo. Digamos que la primera parte parece una larga introducción a la
explosión que quizá nos encontremos en la segunda. En estas primeras dos horas,
el espectador puede sentirse cercano al pensamiento de Seligman, cuando
insistentemente le dice a Joe que no se castigue, que tampoco es para tanto lo
que ha hecho, aunque obviamente sabemos que la protagonista de esta historia es
una mujer sin escrúpulos y claramente desatada.
Otra cosa sería
analizar lo que se esconde detrás de ese deseo sexual. Podríamos pensar que es
la consecuencia de un acercamiento demasiado temprano al sexo (algo que
resultaría absurdo hoy en día) o de la manera como, siendo muy joven, su amiga
le animaba a llevar a cabo juegos cada vez más perversos (una explicación que,
nuevamente, sería sesgada). Ahí es donde parece que entra el rompecabezas de
Lars Von Trier: ¿qué vemos nosotros en Nymphomaniac?,
¿qué explicación le damos a la historia y la vida de Joe?, ¿la reprochamos o
nos mostramos condescendientes?, ¿sentimos la necesidad de fantasear con nuestros
límites o preferimos situarnos en el extremo más opuesto?, ¿la tachamos de
inmoral, de víctima o de despiadada? Parece lógico pensar que cada espectador
tendrá sus respuestas y que estas deberán completarse con el estreno de la
segunda parte.
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