Seumas O'Kelly
Sajalín Editores
1ª edición, 2010
Trad. de Celia Filipetto
Género: Novela corta / Relato largo
77 páginas
ISBN: 9788493805104
Poco tiempo le dieron al irlandés Seumas O’Kelly para escribir un puñado de obras célebres como La tumba del tejedor; en 1918, cuando contaba 38 años de edad, fue asesinado en la redacción del diario Nationality, donde trabajaba, a manos de un grupo de soldados británicos que entraron por la fuerza. El legado de O’Kelly, viejo compañero de clase de James Joyce, no superó las dos novelas, unas cuantas obras de teatro y unos pocos libros de relatos. La tumba del tejedor (Sajalín Editores, 2010) es la primera de esas obras que vemos traducidas al español.
En esta breve novela, el absurdo acompaña a una viuda que no sabe dónde tiene que enterrar a su marido, el último tejedor de su estirpe. Dos ancianos del pueblo, un picapedrero y un fabricante de clavos, guían a la mujer y a los sepultureros por el laberíntico cementerio de Cloon na Morav para indicarles exactamente dónde se encuentra la tumba familiar del tejedor. Pero los ancianos ya no tienen tanta memoria y ninguno de ellos sabe a ciencia cierta dónde está ese punto concreto; sin embargo, el orgullo de volverse a ver útiles y la necesidad que tiene cada uno de ellos de ser la persona que haya dado con la tumba del difunto hace que entre ambos se creen grotescas disputas frente a los ojos de la afligida viuda y de los desesperados sepultureros.
Leyendo La tumba del tejedor es fácil acordarse de alguna obra dramática de Samuel Beckett, como Fin de partida, ya que el tono, la ironía y, sobre todo, el absurdo, son el leitmotiv de este relato. De hecho, la propia contraportada del libro ya apunta al “humor negro y metafísico” de Beckett y Flann O’Brien. Esta obra es precisamente eso: una reflexión mordaz sobre los efectos de la soledad y la senectud, sobre el delirio y el desvarío, pero sobre todo es una mirada tierna y absorbente sobre la necesidad que tenemos los seres humanos de no dejar nunca de ser útiles. Les recomiendo que se detengan una tarde a leer La tumba del tejedor: es una maravilla.
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