Daniel Alarcón
Editorial Alfaguara
1ª edición, octubre de 2010
Traducción de Jorge Cornejo
Género: Relatos
175 páginas
ISBN: 9788420406121
Pocas veces ocurre que un libro de relatos me deje completamente satisfecho de principio a fin sin que ninguno de los textos flaquee. Por norma general (hablo de mi experiencia lectora) en este tipo de libros me suelo encontrar el trigo y la paja sin separar: relatos brillantes al lado de otros que no se sostienen. Todo es cuestión de gustos, cierto, pero a veces la calidad de los textos es tan desequilibrada que desde hace tiempo, los libros de relatos y yo vamos por separado.
Dicho esto (como una confesión personal y no como una generalización), hoy debo reconocer que El rey siempre está por encima del pueblo es impresionante de principo a fin. Sin fisuras. Como si fuese una geografía de la frustración habitada por personajes que son conscientes de que se ahogan en su adusta cotidianeidad, el peruano Daniel Alarcón nos brinda un libro lleno de imágenes tremendas y profundamente significativas: en una de ellas, quizá la más efectiva, un joven latinoamericano que se ha ido a la ciudad a buscar un futuro mejor entra a trabajar en una tienda donde venden postales; en una de ellas puede leerse "el rey siempre está por encima del pueblo" y la imagen es la de un dictador al que han ahorcado mientras los ciudadanos, el pueblo, observan el cuerpo desde abajo.
Lo inteligente de esas imágenes no es que sean descripciones metódicas y el autor las convierta en los artefactos del libro, sino que aparecen con la misma naturalidad que le da a una chica que se masturba con un vibrador en un coche mientras su novio es consciente de que la ha perdido, lo cual demuestra que lo que pretende Alarcón es simplemente hablar de personas condenadas por sus propias vidas: en uno de los relatos, un niño espera en la entrada de un juzgado mientras juega con un teléfono móvil hasta poner nerviosa a su madre; en otro, un hombre se adentra en la vida de su padre, internado en un psiquiátrico, y la de sus tíos después de que estos hayan fallecido al caer por un puente en el que se había estrellado un vehículo; otro narra el intento de un joven actor de llegar a lo más alto mientras poco a poco sus ilusiones se van yendo a pique; y en el más irónico, el presidente de Estados Unidos moviliza a todo su equipo para que le encuentren la pierna que le acaban de amputar y que los revolucionarios le han robado y la pasean como un trofeo. Todos ellos conforman un mundo que, no sólo atrapa a los personajes, sino que agarra al lector desde el primer momento.
Los relatos que integran El rey siempre está por encima del pueblo, todos ellos excelentemente resueltos y luciendo una narrativa impecable, fueron publicados en inglés en diferentes medios como Esquire o The New Yorker. Alarcón (1977), aunque nacido en Lima, vive desde su infancia en Estados Unidos y fue nombrado uno de los mejores novelistas estadounidenses por Granta, la revista de referencia que destaca los nuevos talentos literarios. No hace falta ser un as para darse cuenta de que este autor promete. Al menos este libro así lo demuestra.
Dicho esto (como una confesión personal y no como una generalización), hoy debo reconocer que El rey siempre está por encima del pueblo es impresionante de principo a fin. Sin fisuras. Como si fuese una geografía de la frustración habitada por personajes que son conscientes de que se ahogan en su adusta cotidianeidad, el peruano Daniel Alarcón nos brinda un libro lleno de imágenes tremendas y profundamente significativas: en una de ellas, quizá la más efectiva, un joven latinoamericano que se ha ido a la ciudad a buscar un futuro mejor entra a trabajar en una tienda donde venden postales; en una de ellas puede leerse "el rey siempre está por encima del pueblo" y la imagen es la de un dictador al que han ahorcado mientras los ciudadanos, el pueblo, observan el cuerpo desde abajo.
Lo inteligente de esas imágenes no es que sean descripciones metódicas y el autor las convierta en los artefactos del libro, sino que aparecen con la misma naturalidad que le da a una chica que se masturba con un vibrador en un coche mientras su novio es consciente de que la ha perdido, lo cual demuestra que lo que pretende Alarcón es simplemente hablar de personas condenadas por sus propias vidas: en uno de los relatos, un niño espera en la entrada de un juzgado mientras juega con un teléfono móvil hasta poner nerviosa a su madre; en otro, un hombre se adentra en la vida de su padre, internado en un psiquiátrico, y la de sus tíos después de que estos hayan fallecido al caer por un puente en el que se había estrellado un vehículo; otro narra el intento de un joven actor de llegar a lo más alto mientras poco a poco sus ilusiones se van yendo a pique; y en el más irónico, el presidente de Estados Unidos moviliza a todo su equipo para que le encuentren la pierna que le acaban de amputar y que los revolucionarios le han robado y la pasean como un trofeo. Todos ellos conforman un mundo que, no sólo atrapa a los personajes, sino que agarra al lector desde el primer momento.
Los relatos que integran El rey siempre está por encima del pueblo, todos ellos excelentemente resueltos y luciendo una narrativa impecable, fueron publicados en inglés en diferentes medios como Esquire o The New Yorker. Alarcón (1977), aunque nacido en Lima, vive desde su infancia en Estados Unidos y fue nombrado uno de los mejores novelistas estadounidenses por Granta, la revista de referencia que destaca los nuevos talentos literarios. No hace falta ser un as para darse cuenta de que este autor promete. Al menos este libro así lo demuestra.
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