(Gespräche mit Hannah Arendt)
Adelbert Reif (ed.)
Traducción de Ramón Farrés
Editorial: Lleonard Muntaner
1ª edición, octubre de 2006
Género: Conversaciones / Teoría política
197 páginas
ISBN: 978-84-96664-13-5
Es éste un libro de conversaciones y ponencias que Hannah Arendt llevó a cabo entre 1964 y 1975. Organizado el material en dos partes, en la primera la autora toca temas como la importancia de la lengua materna, la repercusión que tuvo su libro sobre el caso Eichmann y la importancia de la revolución en la política. En la segunda parte, Arendt habla de los síntomas de la crisis en la democracia occidental y de la legitimidad de la mentira en la política.
La propia Arendt lo avisa en la primera conversación: ella no es filósofa, sino que se dedica a la teoría política. Un caso extraño, tratándose de una mujer judía nacida en 1906 en la ciudad alemana de Hannover. Pero su pensamiento no fue reprimido porque en los años 30 se exilió a París y, tras la ocupación nazi de la capital francesa, se marchó a Estados Unidos.
Nadie duda de la claridad del pensamiento de Hannah Arendt, autora leída hasta la saciedad en las universidades de todo el mundo. En sus palabras podemos ver un análisis diáfano y exhaustivo de la modernidad política.
En el primer punto, donde trata el tema de la lengua, Arendt explica que muchos alemanes renunciaron a la lengua alemana para tapar el trauma, como si la lengua hubiese sido el motor de la tragedia. Pero Arendt avisa: “no ha sido la lengua la que se ha vuelto loca”. Para ella una de las gratas sensaciones de volver a la Alemania de la posguerra, fue darse cuenta de que la lengua alemana (su lengua materna) persistía a pesar del nazismo. Y fue ésa una gran alegría. De algún modo, Arendt explica que la lengua alemana es la misma antes, durante y después de la tragedia, a pesar de que muchos la dejaran por una cuestión de pudor o reparo: “la lengua alemana es lo más esencial que ha quedado”. Y añade que ella ha mantenido siempre conscientemente la lengua alemana.
Interesante es también su visión sobre la mentira, la que califica como una posible amenaza para la sociedad. Los medios de comunicación o incluso la clase política pueden vendernos interpretaciones como si fueran verdades absolutas. Dice Arendt: “El hecho de que la persona pueda mentir significa que no es del todo prisionera de las realidades”. Esto implica que si se puede mentir es porque se tiene la libertad para hacerlo. Pero hay dos tipos de mentira: la que se produce por necesidad para buscar un bien (puede ser tolerada) y la que se produce por sistema. Ésta está condenada al fracaso. “En los lugares donde reina el terror, la mentira puede ser impuesta como principio general, en otros lugares no”, dice Arendt. Solamente a través del terror, la mentira puede tener cierto éxito, pero a largo plazo acaba perdiendo efecto.
Contra la mentira se puede luchar y esto lo consigue un movimiento político espontáneo que actúa por razones morales. Las revueltas estudiantiles –la public happiness- han hecho que los jóvenes se hayan dado cuenta de que “cuando actúan públicamente, acceden a una determinadas dimensión de la existencia humana que, de otro modo, le queda oculta y que de alguna manera forma parte de la felicidad plena”. Es decir, una fuerza política importante son las concentraciones de estudiantes o jóvenes formadas de manera espontánea y que combaten la mentira o van contra ciertos aspectos de la política. Esa actuación pública da resultados y eso les lleva a la satisfacción, a sentir que, de alguna manera, el poder no solamente viene del pueblo, sino que es del pueblo.
Son simplemente unas breves referencias de lo que podemos encontrar en este más que interesante volumen de conversaciones donde Arendt deja manifiesto su pensamiento sobre la crisis de la política moderna.
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