martes, 28 de septiembre de 2010

Vuelve el 'periodista indeseable'

"Seguiré investigando las injusticias en Alemania mientras me queden fuerzas"


Manel Haro. Barcelona (Texto y foto) [Publicado en Llegir en cas d'incendi]

Sólo quien ha leído a Günter Wallraff puede entender lo que uno siente cuando se sitúa a su lado y le oye hablar. Ese hombre, más bien introvertido, que pasaría por un completo desconocido en cualquier rincón de España, es el reportero alemán que en los años 60 se hizo pasar por turco para demostrar al mundo las duras condiciones de explotación laboral que sufrían estos inmigrantes en Alemania, donde trabajaban sin derechos y sin garantías de seguridad por sueldos bajísimos. Wallraff fue, durante un tiempo, un turco más que trabajó en diversas empresas y destapó a gigantes como Thyssen o McDonalds y cuyos resultados pueden leerse en su libro Cabeza de turco.

Tras la publicación de El periodista indeseable (Anagrama), Wallraff pasó a ser conocido precisamente con este apodo, ya que se infiltró como redactor en la publicación amarillista Das Bild con el objetivo de denunciar la manipulación de la información en este tipo de prensa. Ahora, Anagrama publica Con los perdedores del mejor de los mundos, un volumen que recoge diversos reportajes de investigación que ponen en jaque a parte de la sociedad, la administración y las empresas alemanas.


Y es que Wallraff se hace pasar por un inmigrante negro para demostrar que el racismo en Alemania todavía es muy latente; se viste de indigente y muestra las infrahumanas condiciones en las que viven los vagabundos en determinados albergues; entra en la plantilla de la empresa que fabrica los panecillos para los supermercados Lidl y acaba con quemaduras para disgusto de unos empresarios que someten a sus empleados a una situación laboral "precapitalista"; incluso trabaja en un call center de teleoperador vendiendo carísimos productos y servicios a los sectores más débiles de la sociedad para denunciar que quienes llaman a los domicilios para ofrecer tarifas telefónicas supuestamente más rentables u otros productos, en realidad ni tienen escrúpulos ni cumplen con la ley.

Wallraff aseguró esta mañana en la presentación del libro en Barcelona que su trabajo "no acaba con la publicación de los reportajes, sino que después hay un seguimiento exhaustivo para que se solucionen este tipo de situaciones". De ese modo, el periodista consiguió que se cerrasen dos albergues para indigentes (uno era un viejo búnker de la Segunda Guerra Mundial y el otro un parque con contenedores que recordaban a los campos de concentración), que se aplicasen multas a empresas de marketing telefónico y que el dueño de la empresa que hacía los panecillos para Lidl responda ante un juez, entre otras acciones.

"Antes tenía que enfrentarme a juicios que me costaban tiempo y dinero, pero ahora las empresas saben que si me denuncian, levantan más polvareda y eso no les conviene, por lo que ya no tengo problemas legales", asegura Wallraff que asegura que "antes, gracias a que mis libros se vendían con éxito, podía seguir pagando a mis abogados". El compromiso de Wallraff con la sociedad va tan en serio que atiende sin descanso las cartas de los ciudadanos alemanes que le escriben para denunciar las injusticias que sufren, además de invertir 750.000 euros en una fundación para la integración de los hijos de inmigrantes en las escuelas.

Pero Wallraff no deja a un lado el sentido del humor cuando recuerda que constantemente le comparan con Borat, el personaje ficticio interpretado por Sacha Baron Cohen, cuya película (Borat) ironizaba sobre los valores de la sociedad conservadora americana. Wallraff asegura que seguirá investigando mientras le queden fuerzas y ríe cuando afirma que su último papel de periodista infiltrado será cuando entre en una residencia de ancianos.

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