Sergio Rossi y Toni Polo ya saben lo que escribir una novela a cuatro manos. Lo hicieron en 2007 con Medusa (Plaza & Janés), con notable éxito de lectores, y ahora han regresado con El cementerio de icebergs (Plaza & Janés). Ambos han traído a España el ecothriller, un género que hilvana intrigantes tramas científicas con el cometido de dar un toque de atención sobre las consecuencias de los excesos que los seres humanos cometemos con la naturaleza. En esta ocasión, el protagonista, el científico Tomás Martí, viaja a la Antártida, territorio virgen cuya riqueza despierta el interés de poderosos y mercenarios dejando un rastro de ambición y muerte.
Manel Haro. Barcelona (Texto y fotos)Cuando escribieron Medusa, ya hablaron de la amenaza del maltrato que le brindamos a la naturaleza. Ahora vuelven a lanzar un aviso con El cementerio de icebergs. ¿Por qué deciden seguir por este camino?
Sergio Rossi: Es un tema de más actualidad que nunca, aunque la transformación de los ecosistemas ya viene de hace cientos de años. Lo que ocurre es que en estos momentos estamos tan acelerados, necesitamos tantos recursos y disponer de la naturaleza, que creemos que vale la pena dar un toque de atención respecto a temas que están mucho más cerca de lo que nos pensamos.
¿La Antártida está a salvo de nuestros excesos?
Toni Polo: La Antártida es un territorio protegido y virgen, con un ecosistema que hay que proteger, pero sospechamos que en cuanto se tenga la tecnología que posibilite explotar sus recursos, toda esta protección quedará en entredicho.
S.R.: La Antártida no se explota porque no se puede, no por temas de conversación o ecología. Su clima es el más duro del planeta, no hay tecnología para extraer mineral, es difícil acceder para pescar, aunque cada vez se pesca más. Cuando exista la tecnología ya veremos qué ocurre.
Medusa fue publicada en 2007 y la acción ocurría en 2011. El cementerio de icebergs aparece en 2010 con una trama centrada en 2013. ¿Por qué eligen fechas tan cercanas y no un futuro más lejano?
S.R.: Porque son cuestiones que creemos inminentes; de hecho, hay especialistas que prevén colapsos en diez o veinte años. Pero a la vez, queríamos darle dinamismo a esta serie de enfoques diferentes de problemas actuales de ecología, ambiente o conversación. El protagonista es el mismo en ambas novelas y también hay que darle una madurez y ser consecuentes con el paso del tiempo.
Sergio Rossi es científico y Toni Polo es periodista, ambos tienen el deber de poner sobre aviso a la sociedad. ¿Encuentran que la literatura es el canal más eficiente que un artículo periodístico o científico para concienciar a la ciudadanía?
T.P.: Sin lugar a dudas, porque lo que narramos es una aventura, por lo que después de leer la novela, siempre algo te queda, el mensaje está latente y se transmite. En un artículo siempre hay un breve tiempo de debate, pero siempre se acaba difuminando, mientras que la literatura te da más posibilidades.
S.R.: Los científicos cada vez tenemos más obligaciones de transmitir a la sociedad determinadas cuestiones, todos los elementos para que todo el mundo entiendo qué está pasando en el planeta y la novela es un buen medio.
¿Y dentro de la novela, es el thriller el mejor género para transmitir estos mensajes?
T.P.: Sí, porque crea una tensión, engancha al lector y así no sólo todo queda reducido a unas cuantas anécdotas. El thriller es un buen remolque que une todo lo que tiene la novela. Con Medusa al principio no teníamos claro que fuese a ser un thriller, pero después de esta primera novela, luego no tuvimos dudas. Y, claro, luego nos alegra cuando alguien nos dice que se han leído el libro en tres días. Esto lo posibilita en gran medida el thriller.
¿Qué significa para un científico poder pisar la Antártida?
S.R.: Es un lugar realmente único y aunque monótono es impresionante, notas que estás rodeado de la soledad más absoluta. El paisaje es impactante y te das cuenta de que estás a merced del clima. Allí estás aislado, el hombre no ha intervenido en la naturaleza de la Antártida, aunque no existe el verde, todo es hielo. Cuando uno se va a lo más profundo de los Pirineos, encontrará un tapón de una botella en el suelo, un cartel, una carretera, pero en la Antártida no hay nada.
¿El cementerio de icebergs existe?
S.R.: Sí, es el de Austasen. Es un lugar donde hay corrientes giratorias que retienen los témpanos de icebergs que caen y se van consumiendo poco a poco a lo largo de los años. Los icebergs son muy peligrosos para la navegación. Un buque que va a la Antártida tiene que tener controlados todos los icebergs y disponer de helicópteros que salen cada día para observar y marcar la ruta del buque.
¿Quién paga estas expediciones?
S.R.: Los gobiernos. Detrás de esas expediciones hay un interés político real, todos quieren tener presencia en la Antártida. Estamos hablando de un continente que no es de nadie, pero a la vez es de todos. Habrá un día en que la Antártida provocará disputas territoriales como las que ya están ocurriendo en el Ártico, donde los países han empezado a poner banderas bajo el mar. Ésa es la denuncia del libro, la Antártida es virgen de momento.
¿Y a España qué parte de la Antártida le tocaría?
T.P.: España tiene dos bases y el mismo interés que los demás países, como Bulgaria, Italia o China. El protagonista de la novela sabe que está en la Antártida por intereses políticos, pero a la vez debe sacarle partido para su interés científico.
Lo normal en los thrillers es situarlos en ciudades conocidas o, cuanto menos, accesibles. ¿Creen que el hecho de alejar el escenario a la Antártida puede confundir a los potenciales lectores?
T.P.: No, yo creo que es un aliciente, la novela tiene gancho, no podemos decir lo contrario (ríen). De todos modos, los thrillers, si tienen éxito, acaban contando con rutas literarias y nosotros no tendremos esa oportunidad, porque nadie irá tan lejos (ríen).
No tienten a Ryanair...
(Ríen). S.R.: Sí, eso siempre es una posibilidad, pero toquemos madera para que no ocurra...
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