Nerea Riesco no es una desconocida en nuestro país. Desde que en 2007 diera el gran salto con Ars Mágica (Grijalbo) con gran éxito de lectores, esta autora sevillana ha estado enfrascada en El elefante de marfil (Grijalbo), una novela histórica que abarca tres generaciones y que discurren por una misteriosa partida de ajedrez retrasada durante demasiados años y que viene marcada por un viejo pacto entre cristianos y musulmanes. Julia, la viuda de Haro, dueña de una las imprentas con más solera de Sevilla ve cómo su vida da un giro el día del Terremoto de Lisboa (1 de noviembre de 1755).
Manel Haro. Barcelona (Texto y fotos)
Una partida de ajedrez que se aplaza durante siglos y que deben jugar cristianos y musulmanes...
Sí, pero hay que remarcar que no es un choque de culturas ni entro en ninguna de las dos filosofías. Hay una lucha para poder jugar esa partida, ya que hay una serie de requisitos para poder hacerlo. Luego, también me he centrado en las relaciones humanas de un grupo muy variopinto a lo largo de tres generaciones. Hay muchos personajes que se cruzan a lo largo de mucho tiempo, es casi como una novela coral.
Y aparece Alfonso X el Sabio, un apasionado del ajedrez.
Sí, porque estaba muy unido a Sevilla y, de hecho, estuvo en el asedio de la ciudad. Además, efectivamente, él era un gran amante del ajedrez. Pero es que además, el ataque del asedio de Sevilla, que duró dos años, estaba planteado casi como una partida de ajedrez: había caballeros, llevaban una virgen que podría ser la reina, un cura que sería el alfil y, en definitiva, una serie de circunstancias y personajes que hacía que aquella toma se asemejase a una partida de ajedrez.
¿Los musulmanes qué piezas eran?
Ellos pusieron muchas trabas cuando vieron el ataque. La Torre del Oro, que está al lado del río, les servía para proteger la otra torre, que era la Giralda. Al final, entre torres, caballeros, el rey... todo era como una partida de ajedrez.
¿Y todo se resuelve en una sola partida de ajedrez?
En la novela hay varias partidas, que además son reales, juagadas por campeones mundiales, lo aclaro en la nota final. La primera partida es la que se asemeja a la toma de Sevilla, hay muchos paralelismos entre el juego y lo que pasó.
¿Cuándo empezó a escribir la novela?
Cuando hacía la tesis doctoral y tuve que informarme sobre lo que dijeron los medios del Terremoto de Lisboa (1755). La información oficial que se dio en aquella época fue una pequeña mención en la Gaceta de Madrid diciendo que los reyes estaban bien. En cambio, en la imprenta que sale en la novela, que era real, se imprimió una información de sucesos en octavas reales, que la gente guardaba como talismán para protegerse de futuros terremotos. En ese terremoto también hubo una especie de tsunami, que se llevó Cádiz. Investigué este tema que no es muy conocido y me surgió la historia.
Julia, la viuda de Haro, era la dueña de esa imprenta. ¿Por qué decidió centrarse en ella?
Ella existió realmente y hubo muchos documentos que salieron de su imprenta. Me llamó la atención lo que se imprimía y que la dueña fuese una mujer. No hay que olvidar que la imprenta en general tuvo mucho impacto en Sevilla y este local estuvo desde principios del siglo XVI. De todos modos, la Julia de la novela es de ficción.
¿Buscaba Sevilla con su nueva novela o, de alguna manera, la ciudad la encontró a usted?
Yo vivo en Sevilla, allí tenía la documentación y fue donde me encontré con esta historia. Tenía que ser Sevilla porque es una ciudad que, a poco que rasques, encuentras muchas historias. En cada rincón hay algo: por ejemplo, al lado de la Puerta del Perdón en la Catedral hay una ventana donde pone que ahí hay que llamar al cura cuando alguien muere a altas horas de la madrugada para darle los sacramentos. Para muchos es un detalle pequeño al que no prestan mucha atención, pero para otros puede esconder una historia.
Los diferentes personajes de la novela forman un abanico muy variado. ¿Ha querido mostrar la diversidad social de Sevilla?
Exactamente. Hay un torero, un bandolero, un afrancesado, una bailaora de flamenco, una impresora, una esclava negra... Todos son estereotipos de personajes que realmente existían y me hacía mucha ilusión reflejarlo y que todos bulleran dentro de la novela. Pero además, hay escenas de la Semana Santa, que han sido documentadas y que muestran cómo era realmente esta festividad entonces.
¿Le toca a usted reivindicar Sevilla como ciudad de novela histórica?
No hay demasiados autores en Sevilla que escriban histórica; de hecho, diría que ninguno, aunque si meto la pata que me lo digan (ríe).
Tan pocos hay que Matilde Asensi ha tenido que entrar en Sevilla...
(Ríe). No estoy muy segura de que sea una novela histórica sobre Sevilla, pero algo he leído en entrevistas. Tendré que leerla...
Julia imprime literatura en pliegos de cordel y usted reinventa su vida a través de este libro. ¿Se imagina a alguien leyéndola en e-reader?
Yo personalmente no me veo capaz, aunque no lo descarto. Hay espacio para todo, el hecho de que alguien tenga un e-reader no implica que se deje de comprar libros en formato papel. El problema es el pirateo. Lo importante es que haya lectores y cualquier cosa que fomente la lectura está bien recibido, pero dentro de los márgenes de lo legal, claro (sonríe).
Claro que si tuviera la novela en formato digital, ahora no podría pedirle que me la firmara...
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