Hasta esta semana no había visto la película Las 13 rosas, de Emilio Martínez Lázaro. Hacía días que quería verla, sobre todo por ser la película más nominada para los próximos Premios Goya, junto con El orfanato, de Bayona. Así que, sin más demora, fui al cine para comprobar si la película es tan buena como para merecer tantas nominaciones.
Las 13 rosas relata la detención de un grupo de simpatizantes republicanos, que luchan activamente contra Franco repartiendo panfletos y lanzando gritos antifascistas. Hay un traidor, el que delata a los demás para que los detengan y él se salve. Ese traidor es nada más y nada menos que Fran Perea, un actor bastante mediocre cuyo trabajo no me gusta ni en las series de televisión. Entre los detenidos hay hombres y mujeres, pero la película gira entorno al grupo de mujeres –ya lo dice el título-. Al principio no me salen las cuentas, voy repasando las mujeres que detienen y no veo que haya trece. De hecho, las importantes son cuatro o cinco. Solamente cuando las van a llevar al patíbulo –ya al final de la película-, aparece el resto, ahora sí son trece.
Da la sensación de que lo que el guionista y el director querían era sobre todo emocionar al espectador con un final muy triste –aunque previsible-; es decir, que el espectador se familiarizase con los personajes para finalmente llorar desconsoladamente por su fusilamiento. Todo lo demás no tiene importancia, o eso parece, dado lo poco trabajado que está el desarrollo de la película. No hay un papel que destaque por encima de otro, no hay una protagonista clara, todas parecen tener el mismo peso en el argumento. Solamente al final Pilar López de Ayala sobresale cuando lee la carta que escribe a su hijo, pero eso no implica que sea la verdadera protagonista.
Todo resulta un poco caótico. El director no ha sabido darle la importancia dramática que requería una historia como esta. En lugar de centrarse más en la relación entre las mujeres y su familia, lo que hace es darle más peso a la relación entre las detenidas. Eso implica que la relación entre el personaje de Pilar López de Ayala y su hijo sea un tanto superficial, no acabamos de entrar en ella. Lo mismo ocurre con Verónica Sánchez y su madre y hermanas. Así que si tan poco peso tiene la familia, que el director no pretenda que luego nos echemos a llorar cuando hijos, madres y hermanas asumen la muerte de las trece rosas.
Además de que hay poca carga dramática, la misma película la contrarresta con canciones, sonrisas, alegrías y demás. Las trece rosas no sufren en la cárcel, son felices, cantan juntas, bailan… Al final, de repente, son condenadas a muerte. Uno entiende lo que ya he dicho, que el director y guionista querían que nos enterneciéramos con ellas para luego llorar en la escena más importante, le ejecución. Pero no es así porque el espectador no acaba de creerse del todo lo que le están contando.
El equipo de maquillaje está nominado en los Goya. Espero que la Academia tenga en cuenta que esos peinados que no se mueven, ese maquillaje que no se borra hacen que nos demos cuenta de que la historia que nos cuenta no tiene nada de creíble. Yo pensaba que en las cárceles franquistas uno estaba tan desesperado que acababa demacrado y no tenía ganas para bailar o cantar. En la película nos han contado otra historia.
Las 13 rosas me ha resultado una película superficial, previsible –a pesar de que era obvio el desenlace-, mal dirigida y donde se nota que han prescindido de escenas duras para llegar a un público lo más amplio posible.
Manel Haro.
Las 13 rosas relata la detención de un grupo de simpatizantes republicanos, que luchan activamente contra Franco repartiendo panfletos y lanzando gritos antifascistas. Hay un traidor, el que delata a los demás para que los detengan y él se salve. Ese traidor es nada más y nada menos que Fran Perea, un actor bastante mediocre cuyo trabajo no me gusta ni en las series de televisión. Entre los detenidos hay hombres y mujeres, pero la película gira entorno al grupo de mujeres –ya lo dice el título-. Al principio no me salen las cuentas, voy repasando las mujeres que detienen y no veo que haya trece. De hecho, las importantes son cuatro o cinco. Solamente cuando las van a llevar al patíbulo –ya al final de la película-, aparece el resto, ahora sí son trece.
Da la sensación de que lo que el guionista y el director querían era sobre todo emocionar al espectador con un final muy triste –aunque previsible-; es decir, que el espectador se familiarizase con los personajes para finalmente llorar desconsoladamente por su fusilamiento. Todo lo demás no tiene importancia, o eso parece, dado lo poco trabajado que está el desarrollo de la película. No hay un papel que destaque por encima de otro, no hay una protagonista clara, todas parecen tener el mismo peso en el argumento. Solamente al final Pilar López de Ayala sobresale cuando lee la carta que escribe a su hijo, pero eso no implica que sea la verdadera protagonista.
Todo resulta un poco caótico. El director no ha sabido darle la importancia dramática que requería una historia como esta. En lugar de centrarse más en la relación entre las mujeres y su familia, lo que hace es darle más peso a la relación entre las detenidas. Eso implica que la relación entre el personaje de Pilar López de Ayala y su hijo sea un tanto superficial, no acabamos de entrar en ella. Lo mismo ocurre con Verónica Sánchez y su madre y hermanas. Así que si tan poco peso tiene la familia, que el director no pretenda que luego nos echemos a llorar cuando hijos, madres y hermanas asumen la muerte de las trece rosas.
Además de que hay poca carga dramática, la misma película la contrarresta con canciones, sonrisas, alegrías y demás. Las trece rosas no sufren en la cárcel, son felices, cantan juntas, bailan… Al final, de repente, son condenadas a muerte. Uno entiende lo que ya he dicho, que el director y guionista querían que nos enterneciéramos con ellas para luego llorar en la escena más importante, le ejecución. Pero no es así porque el espectador no acaba de creerse del todo lo que le están contando.
El equipo de maquillaje está nominado en los Goya. Espero que la Academia tenga en cuenta que esos peinados que no se mueven, ese maquillaje que no se borra hacen que nos demos cuenta de que la historia que nos cuenta no tiene nada de creíble. Yo pensaba que en las cárceles franquistas uno estaba tan desesperado que acababa demacrado y no tenía ganas para bailar o cantar. En la película nos han contado otra historia.
Las 13 rosas me ha resultado una película superficial, previsible –a pesar de que era obvio el desenlace-, mal dirigida y donde se nota que han prescindido de escenas duras para llegar a un público lo más amplio posible.
Manel Haro.
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