lunes, 19 de noviembre de 2007

Entrevista a José Ramón Huidobro

José Ramón Huidobro nació en Madrid en 1966. Su currículo académico y laboral se divide en disciplinas tan diferentes entre sí como su ingreso en una Academia Militar, su matriculación en Ciencias Físicas, su licenciatura en Periodismo, su trabajo en una ONG, su vocación poética, su empleo como jefe de prensa en unos premios de música, su ejercicio como operario de pista en el aeropuerto de Barajas y su afición a la fotografía.

Tener una mente tan inquieta lo llevó a hacer un viaje en tren por la India, donde tomó todas las fotografías que pudo -se trajo unas tres mil imágenes-, y donde escribió sus impresiones en forma de versos. Poesía y fotografía se han juntado en Sleeping train, un libro donde recoge ese reportaje fotográfico y sentimental de una increíble experiencia vivida en ese enigmático país.

José Ramón Huidobro es, además, autor de otras obras como El hombre ausente (Ellago Ediciones) o Africano (Ediciones Vitruvio). Amargord Ediciones es el sello editorial donde acaba de publicar Sleeping train.

Aprovechamos la oportunidad de charlar con él sobre este viaje a la India.

ENTREVISTA
Manel Haro: José Ramón, ¿de verdad tu vida profesional ha dado tantas vueltas: periodista en una ONG, poeta, jefe de prensa de unos premios de música, operario de pista en el aeropuerto en Barajas…?
J.R. Huidobro: Tengo una extraña relación con el mercado laboral. Me gustan los trabajos que empiezan y acaban. Eso ha provocado épocas de escasez en la cuenta corriente y aceptación de cometidos en los que mi formación o experiencia es contraproducente. Nunca he superado una entrevista personal.
Manel Haro: No podemos negar que eres una persona inquieta.
J.R. Huidobro: Más que inquieta soy alguien con tendencia a seguir adelante. No sé qué voy a hacer el próximo mes y cada vez me preocupa menos. Tampoco tengo hipotecas, coche o cargas familiares. Por ahí fallo a la sociedad del guión.
M.H.: Entremos en materia. ¿De quién fue la idea de editar un libro con tus impresiones en este viaje?
J.R.H.: Cuando viajaba pensaba en un libro pero no sabía sobre qué. Las poesías no salían. Estaba muy ocupado en avanzar. No soy un fotógrafo profesional y además no controlaba la cámara recién comprada. A la vuelta pregunté al editor gráfico del libro si veía posibilidad a las fotos que saqué. Ya había escrito el poemario. Ahí empezó la aventura.
M.H.: ¿Y a quién se le ocurrió hacer este formato de libro: un libro con dos portadas; si lo abrimos por una tenemos el poemario y si lo abrimos por la otra, tenemos las fotografías?
J.R.H.: Fue idea del editor gráfico, Jorge Moreiro. Yo aporté no incluir pies de fotos ni titular poemas o dar una descripción del contenido. Quería que el lector fuera libre de hacer con el libro lo que quisiera.
M.H.: ¿Y qué es lo que has querido mostrar con Sleeping train?
J.R.H.: El libro tiene dos viajes. Uno literario y otro fotográfico. Le pedí a Jorge Moreiro que relatara un viaje sin interferencias con lo que había escrito. Después el diseñador del libro, Álvaro Cal, interpretó los poemas con su maquetación sin que yo le diera una pauta. Traté de ver cuál era la lectura de mi viaje por su parte. Con los lectores me sucede lo mismo. Me importa el viaje de los demás. De esa manera comprendo algo.
M.H.: En Sleeping train aúnas poesía y fotografía. ¿Qué dirías si te menciono ese refrán “vale más una imagen que mil palabras”?
J.R.H.: Las palabras son un punto de mira en un detalle invisible de la imagen. La imagen es la garantía del recuerdo que se difuminará en un silencio.
M.H.: Buena reflexión. Una de las frases que más suenan con respecto a un fotógrafo es que éste ve lo que los demás no son capaces de ver. ¿Estás de acuerdo?
J.R.H.: Un fotógrafo tiene una herramienta certera. Sin embargo creo que las mejores fotografías son las que nunca se han hecho, las que se quedan en la impronta del futuro. Todo el mundo ve su mundo diferenciado. Sólo que no siempre pueden trascender.
M.H.: ¿Tuviste dificultades en tomar fotografías o la gente mostraba reticencias a ser retratados?
J.R.H.: Ninguna. Tal vez porque confiaban en mí o porque les encanta ser retratados. Había casos de paciencia infinita en los modelos cuando la cámara fallaba y no pestañeaban hasta que hacía clic.
M.H.: ¿Para hacer una foto, hay que pedir permiso antes o eso rompe la naturalidad de la fotografía?
J.R.H.: Hay que probar la invisibilidad y salir de puntillas de la escena.
M.H.: ¿Cuál es la foto más arriesgada que has hecho?
J.R.H.: En la India es muy arriesgado hacer fotos en crematorios. Puedes meterte en un buen lío porque te chantajean y llegan a ser violentos. Fotografiar sube la adrenalina cuando te dejan mirar donde nunca pensabas que lo harías.
M.H.: De todo lo que has visto en la India, ¿qué es lo que más te llamó la atención?
J.R.H.: En la India los estímulos te ametrallan en cualquier lugar. Me llamó la atención la inmovilidad de los pasajeros del tren en trayectos eternos. Al final aprendes su secreto.
M.H.: He podido comprobar que tanto en los versos como en las fotografías abundan las sonrisas y la alegría. Parece que no hay demasiado lugar para la tristeza.
J.R.H.: En el Primer Mundo asociamos la alegría con el estatus económico. Siempre escucho que los niños estarían mejor con nosotros que en su lugar de origen por las oportunidades que llegarán a tener. No estoy de acuerdo. En la India, como en África, por ejemplo, tienen las miradas limpias y gastan grandes sonrisas. Aquí se va al psicólogo por el mínimo problema.
M.H.: En las fotografías vemos que todos los ciudadanos indios son personas agradables, que se muestran abiertas al turista de occidente. ¿Es algo general o es lo que tú, como fotógrafo, has querido captar?
J.R.H.: En lo que a mí respecta puedo decir que la amabilidad y simpatía era una constante. También descubrí que el indio es un viajero nato. La religión les hace peregrinar y por ello son conocedores de su país. Es el país perfecto para sumergirte. Nunca estás solo. Ni aunque lo pretendas.
M.H.: ¿Y qué sensación te ha dejado la India una vez has salido de este país?
J.R.H.: Me da la sensación que nunca regresé.
M.H.: ¿Hay muchos soñadores en la India?
J.R.H.: Los hay que se dejan llevar desde que pisan el aeropuerto por el misticismo y la magia de ese país. En mi caso sólo fui consciente al regreso. Los occidentales tienen un paraíso en la India.
Es fácil dejarse llevar.
M.H.: Eres una persona a la que no le gusta estar cargado de responsabilidades y que ama la libertad, antes lo hemos visto. Sleeping train plasma perfectamente esas ansias de libertad: recorrer un país con la cámara y un cuaderno para tomar notas, sin más preocupaciones que integrarte en el país.
J.R.H.: Ojalá pudiera caminar con una cámara en todo momento. No precisaría nada más. La única responsabilidad es la de vivir la vida deseada. El olvido de ese objetivo es mi irresponsabilidad.
M.H.: ¿Estás de acuerdo conmigo en que ambos géneros creativos no están tan separados?
J.R.H.: Es un error dividir el arte por géneros. Todo sirve, incluso el silencio o los ojos cerrados.
M.H.: Viajar por la India en tren. ¿Es mejor dejar la primera clase y mezclarse con la auténtica esencia de los ciudadanos indios?
J.R.H.: En el tren indio se viaja tumbado. Apenas se ve el paisaje. Es mejor tener una buena entrada para ver la vida en un vagón.
Con estas impresiones nos quedamos…

La dedicatoria:
Manel Haro.
Entrevista para Anika Entre Libros.
Fotos cedidas por el autor.
Puedes leer una reseña de su libro en este mismo blog.

1 comentarios:

rosa ferre dijo...

Es importante conocer mejor a la persona a quién dedico horas de mi tiempo leyendo . Un viajero qué hizo un parón en su tiempo del cual nunca debió detenerse .