Reconozco que de Luis García Berlanga, recién fallecido director de cine español, solamente he visto El verdugo. Protagonizada por Nino Manfredi, el filme relata cómo José Luis, un enterrador, se ve en la necesidad de convertirse en verdugo del Estado para acceder a una vivienda. Cuando él cree que nadie va a llamarle para requerir sus servicios, recibe un mensaje para que vaya a Mallorca a ejecutar a un preso mediante garrote vil. José Luis no quiere, pero su suegro, verdugo recién jubilado, le impulsa a que cumpla con su deber. A pesar de sus reticencias iniciales, accede a emprender ese viaje con la esperanza de que llegue el indulto y no tener que ejecutar al condenado.
La gran escena de El verdugo es, casi llegando al final, cuando aparecen en una sala blanca el condenado conducido por la Guardia Civil hacia el garrote vil y detrás el verdugo agarrado por funcionarios de la prisión. Ninguno de los dos quiere llegar al patio, uno porque va a morir y el otro porque va a matar. Esta escena es la que resume a la perfección la esencia de la película y es la primera en la que pensó Luis García Berlanga cuando un abogado le relató cómo había presenciado en una misma estancia el sufrimiento de una mujer a la que iban a matar y la angustia del verdugo que la iba a ejecutar.
La película es tremenda por varias razones. En primer lugar porque, a pesar de carecer de la perspectiva necesaria, refleja como nadie la sociedad española de los años 60. Amadeo (Pepe Isbert), el suegro de José Luis, representa a un hombre conservador, de poca cultura, de esos hombres de pueblo que iban con boina a todos lados. José Luis cumple con el perfil de hombre que renuncia a sus sueños por tal de guardar las apariencias. Él quiere marcharse a Alemania a trabajar, pero en un encuentro con la hija de Amadeo, la deja embarazada y se ve obligado a casarse con ella para satisfacer al suegro, que está demasiado preocupado por lo que pensarán los vecinos. De querer marcharse, José Luis acaba aceptando la boda e incluso la profesión que le impone Amadeo. Y Carmen (Emma Penella) es la típica española también de poca cultura cuya única preocupación es su familia: tener un piso en condiciones, cuidar de su hijo y que su marido traiga dinero a casa. La película refleja también de forma magistral la hipocresía de la sociedad española de entonces: aceptan la pena capital, pero que la ejecuten los demás. Los guionistas (entre ellos, Rafael Azcona) y el director supieron captar esa curiosa doble moral.
En segundo lugar, El verdugo es una dura crítica a la pena de muerte, aunque enfocado bajo un tono de humor negro. No hay que olvidar que esta película es de 1963, en plena dictadura franquista y cuando todavía se producían ejecuciones. García Berlanga supo darle el enfoque adecuado para mostrar cómo unos personajes ven en la pena de muerte algo normal y otros (el protagonista) algo abominable. El mensaje estaba claro: no nos gusta la pena de muerte, pero no nos queda más remedio que asumirla.
2 comentarios:
Esta peli la comenté en mi treball de recerca de 2º batx sobre la Pena de Muerte. Me pareció una peli estupenda.
Si, probablemente lo sea
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