Dos historias que, aunque circulan de forma paralela, acaban cruzándose de forma constante sin que las protagonistas sean del todo conscientes de estos cruces. Zamia es una poeta cubana que trabaja en la UNESCO en París. Es maltratada por su marido, un escritor fracasado que alivia sus frustraciones anulando a su esposa. Zamia tiene un amante porque su marido no le da lo que ella necesita, pero en realidad no parece sentirse estable con ninguno de ellos, tiene una vida tortuosa, porque incluso es perseguida por las zarpas del régimen castrista. Un amigo suyo le facilita un libro de pintura mejicana, donde descubre la obra de una olvidada artista surrealista nacida en Cataluña pero exiliada a México: Remedios Varo.
Remedios Varo nació en Cataluña, pero se marcha a París, la cuna del surrealismo, donde convive con artistas e intelectuales como André Breton. También ella tiene varios amantes, es sentimentalmente inestable, no acaba de encontrar su lugar en el mundo y dedica la mayor parte de su tiempo a la creación, a la pintura de extraños personajes surrealistas que levitan, como mujeres que cazan astros u hombres que se mueven en un extraño sistema de locomoción capilar. Zamia decide escribir una novela sobre esta pintora al darse cuanto de las semejanzas que hay entre ambas. Así ella podrá huir a través de la literatura y de la pintura de Remedios Varo de la asfixiante realidad que la envuelve. Remedios Varo es la cazadora de astros y Zamia la catadora de océanos.
La novela es autobiográfica, Zamia es el alter ego de Zoé Valdés. Al igual que la protagonista de la novela, Zoé nació en Cuba y se exilió debido a la execrable persecución del régimen de Fidel Castro. Pero las redes de este dictador se extienden más allá de las fronteras de la isla e incluso llegan a perseguir a sus intelectuales por Europa, si es necesario, para controlar sus movimientos. Así lo sufre Zamia, así lo ha sufrido Zoé Valdés.
No es ningún secreto que la autora ha sido siempre muy crítica con la dictadura castrista, pero con La cazadora de astros tenemos una oportunidad inmejorable de conocer de primera mano todo lo que ha envuelto al exilio de esta escritora. Valdés ha aunado la vida de una pintora exiliada, Remedios Varo, y la suya misma. A través de este cruce de vidas –cruce que a la vez es paralelismo, entiéndase el simbolismo-, la autora ha hecho un excelente ejercicio de reflexión sobre la represión de una dictadura, sobre el exilio y sobre el injustificado olvido de una maravillosa pintora como es Remedios Varo.
Pero que nadie lo entienda mal, La cazadora de astros no es un panfleto antirrevolucionario; es, antes que nada, una maravillosa novela sobre dos mujeres que han tenido que luchar por sus libertades y por perseverar en su necesidad de creación.
La autora ha hecho dos retratos llenos de sensibilidad y compromiso. Un compromiso que es, no solamente ser consecuente con su propia vida y su propia literatura, sino que también ha llevado a cabo un acto de justicia: recuperar de una forma amena y en una trama perfectamente hilvanada, la figura y la obra de la que es, sin duda, una de las mejores pintoras surrealistas que ha pasado por este planeta.
Vale la pena detenerse ante novelas como ésta –recuerden, La cazadora de astros, no olviden el título-, escrita mitad en primera persona y mitad en tercera –ya saben, hay mucho de autobiografía-, donde Zoé Valdés juega con las segundas intenciones y las alusiones para evitar la facilidad de lo redundante –lo evidente- y crear así un clima narrativo que envuelve al lector desde la primera hasta la última página.
Uno llega a esta novela por curiosidad y cierra el libro con la impresión de que ha aprendido algo, de que esas páginas le han transmitido todo un mundo de sensaciones. Y no queda más remedio que agradecer el trabajo de esta escritora y desear que siga en esta línea de calidad narrativa. Adelante, Zoé.
Manel Haro. Crítica publicada en Anika Entre Libros (http://www.libros2.ciberanika.com/).
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