Las películas sobre estafas parecen
estar de moda en Hollywood. Woody allen nos contaba en Blue Jasmine la historia de una mujer (Cate Blanchett) que tras
haberlo tenido todo gracias a los tejemanejes de su marido (Alex Baldwin), se
derrumba en la pobreza y la desesperación cuando él es detenido por el FBI por
fraude. Poco después llegaba a las carteleras la película de Martin Scorsese, El lobo de Wall Street, protagonizada
por un Leonardo DiCaprio que podría tener el camino completamente allanado
hacia el Oscar si no fuera porque tendrá que pelear (sobre todo) con Matthew
McConaughey por su interpretación en Dallas
Buyers Club. DiCaprio se pone en la piel de Jordan Belfort, quien amasó una
fortuna a base de delitos como manipulación del mercado de valores o blanqueo
de dinero.
La tercera película que nos llega en
poco tiempo sobre estafas es la que aterrizaba con más ruido, La gran estafa americana, dirigida por
David O. Rusell y que cuenta con un elenco de actores que encabeza el siempre
infalible Christian Bale (El maquinista,
American Psycho). Bale es Irving
Rosenfeld, un astuto estafador que arranca un prometedor negocio de préstamos fraudulentos
con su amante, Sydney Prosser (Amy Adams). Pronto el agente del FBI Richie DiMaso
(Bradley Cooper) le echa el guante. Para aliviar la condena, el FBI le ofrecerá
a Rosenfeld colaborar con ellos para detener a los peces gordos de Nueva
Jersey, empezando por el alcalde, Carmine Polito (Jeremy Renner).
Una vez La gran estafa americana ha tenido cierta andadura por las salas de
España, parece que ese súper producto cinematográfico que iba a arrasar en los
Oscar no es para tanto. Algunos se atreven a decir sin vacilaciones que “la
gran estafa americana” no es la historia que nos cuenta David O. Russell sino
la película en sí misma, como si la industria del celuloide americano nos
hubiese colado otro gol por la escuadra. Ni tanto ni tan poco. Cierto es que la
película no es para tirar cohetes, que se trata de un relato bastante lineal
hasta que llegamos al desenlace, pero no podemos juzgar el film por las
expectativas incumplidas que nos habíamos dejado generar.
La gran estafa americana nos muestra un relato de cierta tensión, no podemos negar
que es una película entretenida, pero el golpe de efecto, lo que se supone da
sentido a la historia y a ese ruido mediático, llega demasiado tarde y dura muy
poco. Dicho de otro modo, que sí, que la cosa tiene su gracia, pero que en El lobo de Wall Street Martin Scorsese
hace que nos lo pasemos en grande con un espectáculo que va desde el minuto uno
hasta el último y además nos ofrece unos personajes que le dan mil vueltas a
los de La gran estafa americana.
Porque por mucha Amy Adams, Bradley Cooper y Christian Bale que tengamos, de
donde no hay mata, no hay patata. Vamos, que son grandes actores, pero hay que
reconocer que los personajes que interpretan no dan mucho de sí. Adams (Julie y Julia, La guerra de Charlie Wilson) es una gran actriz, qué duda cabe,
pero en la película no tiene que enfrentarse a grandes dificultades para
cumplir con su papel. Lo mismo ocurre con Bradley Cooper (Resacón en Las Vegas), Jennifer Lawrence (Los juegos del hambre) y, mal que pese a muchos, con Christian
Bale. Bale es de los grandes y es el alma de esta película, pero Irving
Rosenfeld no es el personaje más complicado que ha interpretado, ni de lejos.
Sí me ha seducido, sin embargo, el trabajo de Jeremy Renner (En tierra hostil, El legado de Bourne) en la piel del alcalde Polito.
En definitiva, que quizá sí que hay
mucho ruido y pocas nueces, que la película no está mal, pero no asombra. Que
hay buenos actores pero no se les ha sabido exprimir al máximo con unos
personajes más complejos. Que por mucha taquilla que haga el film, sería
extraño que La gran estafa americana
arrasase en los Oscar. Que dentro de unos meses seguramente pocos hablarán de
esta película pero todavía habrá quien vaya recomendado El lobo de Wall Street, de Scorsese. Scorsese, ah, ese genio.
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