Cómo hablar de
Wall Street sin decir lo que ya se ha dicho tantas veces en el cine y sin caer
en tópicos: que si la ambición, que si la frialdad a la hora de hacer negocios,
la frustración cuando cae la bolsa, cierta corrupción, cómo afecta lo laboral
en lo familiar… Martin Scorsese quería huir de clichés o, al menos, explicarlos
de una manera diferente. En el último proyecto que ha caído en sus manos, una
producción de 100 millones de dólares, el director de películas como Taxi driver, Casino, El cabo del miedo,
Gangs of New York o El aviador ha llevado al extremo la
historia del corredor de bolsa Jordan Belfort (Nueva York, 1962), quien amasó
una fortuna a base de delitos como manipulación del mercado de valores o
blanquero de dinero.
En El lobo de Wall Street el protagonista
es Leonardo DiCaprio (también productor de la película), con cuyo papel ha
ganado recientemente su primer Globo de Oro y está nominado como mejor actor en
los Oscar, aunque el favorito es Matthew McConaughey por su interpretación en Dallas Buyers Club. Lo gane DiCaprio o
no, lo cierto es que el papel de Jordan Belfort le ha venido como anillo al
dedo al actor fetiche de Scorsese para demostrar nuevamente lo que es capaz de
hacer gracias a un personaje que acaba desquiciado por todo aquello que lo
había acercado a su particular paraíso: las drogas, el sexo y el dinero.
La película
arranca con un Jordan Belfort con traje de novato aterrizando en una agencia de
corredores de bolsa, donde descubre un mundo de tensión y adrenalina que lo
atrapa. Uno de los tipos más experimentados que ahí trabajan (Matthew
McConaughey) le explica a Belfort que está entrando en un mundo donde es
necesario drogarse, beber y masturbarse al menos un par de veces al día para
poder cumplir con sus objetivos y hacerse millonario. El de McConaughey es un
papel en apariencia poco importante, breve, pero que, sin embargo, le sirve a
Scorsese para introducirnos en la película de forma rápida y directa. Algo así
como un aviso tipo “¿ves lo que está contando McConaughey?, pues prepárate para
lo que vas a ver”.
Y lo que vamos
es una bacanal, una orgía económica que lleva a los personajes a los extremos
del descontrol y la ambición. No es solo lo que vive Belfort, sino como la
empresa que ha creado en poco tiempo se ha convertido en el nido donde hombres
y mujeres sin escrúpulos esperan amasar una fortuna a golpe de maniobras
ilícitas. Uno de ellos es Donnie Azoff, interpretado por un sorprendente Jonah
Hill (Lío embarazoso, Virgen a los 40, Django Unchained), acostumbrado a papeles muy secundarios, por no
decir de poca importancia. Nominado al Oscar como mejor actor de reparto, Hill
se pone en la piel de un don nadie que tras cruzarse con Belfort, consigue
hacerse millonario. Azoff (que encarna a Daniel Porush, entonces socio de
Belfort, en la vida real) es un ególatra arrogante, uno de esos hombres al que
le basta una sonrisa para ganarse el desprecio de los demás. Scorsese ha
exagerado el personaje, lo ha convertido en una especie de caricatura ridícula,
con calcetines y cinturones de colorines y Hill ha conseguido lucirse.
El lobo de Wall Street, nominada a 5 premios
Oscar incluyendo mejor película y director, podría ser uno de los últimos filmes
de Scorsese, quien ha mostrado varias veces su desencanto por una industria del
cine que ya no es lo que era, aunque el director nunca ha dejado de adaptarse a
las nuevas exigencias de los espectadores y, de hecho, basta repasar sus
últimas películas (Gangs of New York,
El aviador, Inflitrados, Shutter Island,
La invención de Hugo y El lobo de Wall Street) para comprobar no
solo su versatilidad, sino su capacidad para reinventarse y convencer a todo
tipo de público. El lobo de Wall Street
es una película desatada, divertida y llena de talento, un espectáculo en toda
regla.
1 comentarios:
Qué buenos trabajos ha hecho Scorsese, pero a veces no tan reconocidos como Hugo, ahora ésta es muy excesiva, pero buena, las actuaciones excelentes, incluso de un nuevo Thomas Middleditch que por algo está en Silicon Valley, pudo haber dado más su personaje.
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