lunes, 27 de enero de 2014

Más de lo mismo en ‘Nymphomaniac 2′



Segunda parte de Nymphomaniac, la película de Lars von Trier de cuatro horas de duración que nos ha llegado dividida para su mejor digestión o para que los espectadores acabemos pagando dos veces para enterarnos de casi toda la historia. Casi, porque lo que pasa por los cines es, de momento, una versión abreviada (incluso censurada, dicen ellos) a falta de que en la Berlinale se estrene la versión íntegra.

Acababa la primera parte dejándonos la incógnita de hasta qué punto la vida de la ninfómana Joe iba a desatarse. Sabíamos que sus necesidades sexuales la habían llevado a tener hasta diez relaciones al día, que sus juegos no parecían tener límite y que ya desde la adolescencia apuntaba maneras. Ahora bien, por mucho que nos quisieran vender así la película, escandalosa, escandalosa, no era por muchas imágenes de penes que viéramos. Y precisamente por esa razón esperaba que la segunda parte fuese la explosión que nos habían prometido, lo que diera sentido a esas cuatro horas de proyección. Pero vistas ambas partes, lo cierto es que la segunda se la podría haber ahorrado.

No es que la vida de Joe no dé para cuatro horas. De hecho, Lars von Trier podría haber hecho dos partes más si hubiera querido, pero la paciencia del espectador no es infinita. Lo único que justifica esta segunda entrega es, por un lado, la iniciación al sado por parte de la protagonista (veréis a Jamie Bell dándole con una fusta) y, por otro, hasta qué punto sus apetencias sexuales pueden convertir la perversión en maldad, nada que no nos pudiera haber dejado claro Lars von Trier en la primera entrega. Por lo demás, Nymphomaniac 2 es como la anterior, una sucesión de capítulos anotados por las observaciones de un Seligman (Stellan Skarsgard) que acaban agotando. Que si la pesca, que si las fugas de Beethoven no tienen nada que envidiar a las de Bach, que si tal cuadro es posiblemente una copia de Rublev o que si aquella mujer que había aparecido en las fantasías de Joe siendo niña era en realidad la ramera de Babilonia cabalgando sobre una bestia. Entiendo el juego del director (o eso creo) y es cierto que sirven para configurar la psicología del personaje que interpreta Skarsgard, pero volvemos a lo mismo: Lars von Trier lo podría haber resuelto en la primera parte.

Y en cuanto a las escenas de sexo, pocas son explícitas y las que lo son no eran realmente necesarias. En algunos momentos incluso acaban resultando demasiado grotescas, como esa escena en la que Joe se encuentra desconcertada entre dos enormes penes negros mientras ellos discuten sobre algo en una lengua africana que ni ella ni nosotros entendemos. En definitiva, no es que esta  Nymphomaniac 2  no esté a la altura de la primera entrega, sino que es una extensión bastante lineal y, para muchos, seguramente prescindible. Reconozco que esperaba más. Al salir del cine me queda una sensación extraña… Como si me hubiesen dado gato por liebre. Como si el director, en el fondo, hubiese abusado un poco de nuestra ingenuidad. 

0 comentarios: