viernes, 9 de septiembre de 2011

Un nuevo Almodóvar para ‘La piel que habito’



Mucho se ha hablado de la nueva película de Pedro Almodóvar desde que el manchego pasara por el Festival de Cannes el pasado mes de mayo. Entre algunas críticas demoledoras y otras profundamente entusiastas, le queda al espectador la agradable tarea de ir al cine y juzgar por sí mismo si La piel que habito ha resultado un estimulante experimento cinematográfico o se ha quedado en el intento. Una cosa está clara: este Almodóvar no es el mismo de siempre, pero la película respira Almodóvar por los cuatro costados.

La piel que habito, basada en la novela Tarántula de Thierry Jonquet, se adentra en los terrenos del thriller, aunque claramente va más allá: también es una historia de pasión, drama, venganza, locura, confusión, dobles sentidos, y, cómo no, sobre la cuestión de la identidad. Antonio Banderas interpreta a Robert Ledgard, un cirujano marcado por la tragedia que no piensa renunciar a lo que ha perdido. Cuando su mujer sufrió un accidente, en el que se vio envuelta en llamas, Robert decidió investigar la creación de una piel artificial que le devolvería su antiguo aspecto y borraría las quemaduras de su piel. Sería una piel a prueba de agresiones externas, pero perfectamente compatible con el cuerpo humano. Sin embargo, las cosas no salen como él espera. Lejos de abandonar su proyecto, Robert tendrá una nueva oportunidad de ir más allá y devolver el orden a su vida.

No debió ser difícil para Antonio Banderas interpretar a Robert Ledgard, al menos sabiendo que Almodóvar quería dotar de máxima neutralidad al personaje sin olvidar que se trata de un papel que debe transmitir complejas emociones al espectador. Pero Banderas brilla en todo momento y me atrevería a decir que es lo mejor de la película. Con él, compartiendo protagonismo, una también impecable Elena Anaya. En cambio, me cuesta creerme el papel en plan seductor de Jan Cornet (Vicente en el film) y el de Marisa Paredes (Marilia), aunque reconozco que quizá es porque la relaciono demasiado con aquella Huma Rojo de Todo sobre mi madre.

Lejos de las interpretaciones, una de los aspectos más débiles de la película son los momentos de humor involuntario que provocan las escenas dramáticas. Es cierto que a uno le sale la risa tonta cuando no toca (sobre todo en el desenlace), algo que entenderíamos como puramente almodovariano si fuera premeditado, pero que, sin embargo, el director ha negado que así sea. Otra de las cuestiones que perjudican la película son las escenas demasiado inverosímiles (son pocas, pero las hay): si una moto va a 120 km/h y otro vehículo le impacta, es poco probable que el conductor caiga al lado de la cuneta y se levante como si nada. ¿Es esto justificable solamente porque el director sea Almodóvar?

En líneas generales, como un trabajo de transición hacia una nueva etapa del cine de Almodóvar, La piel que habito me parece una película interesante y arriesgada, aunque también algo atropellada (como si el director no hubiese podido resolver todas las dificultades a las que se enfrentaba). No obstante, es una propuesta estimulante, un experimento que Almodóvar necesitaba para demostrar que puede reciclarse y moverse en otros registros (incluso, como en las novelas de Agatha Christie, demuestra habilidad poniendo sutiles pistas a lo largo de la historia). No es una obra perfecta, pero abre una puerta al futuro.

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