lunes, 9 de noviembre de 2009

Un viaje al interior del frío

Como este año no he podido disfrutar del calor del verano -cuestiones laborales-, resulta que pillo el frío con más ganas. Cuando las temperaturas hacen bajar el mercurio de los termómetros, siempre me gusta pensar en lo feliz que sería si estuviera de viaje -a veces, incluso viviendo- en los países de la Europa central. Me resulta profundamente atractivo estar paseando bajo un intenso frío, siempre pensando en entrar a una cafetería para coger calor, y visitando los atractivos de cada ciudad. Me gusta abrigarme al máximo (bufanda, guantes, abrigo...) y salir a la calle con una guía de viajes en la mano (si nieva, mejor). Me es tan apetecible salir al cortante frío como luego llegar al hotel para quitarme los varios quilos de ropa que me he puesto encima y comentar con mis amigos lo que ha dado del sí el día.

Plaza de Poznan / M. Haro

Por esa razón, todos los años, al llegar el frío, me voy unos días por aquellas zonas. El año pasado tocaron Eslovaquia, República Checa y Polonia. Este año voy a repetir con Polonia (un país que visito a menudo). Las plazas de las ciudades polacas son enormes, abrazadas por una arquitectura magestuosa, estéticamente irresistible. La mejor, por supuesto, la de Cracovia (la más grande de Europa). Sin embargo, las de Poznan o Wroclaw son igualmente entrañables (no es un adjetivo casual). Y, créanme, si tienen la suerte de visitar alguna de estas plazas en plena feria de Navidad (con niños cantando, paradas de comida típica, puestos de regalos...), entonces uno, directamente, cae rendido.

Carlo Vivari, desde un restaurante / M. Haro

Mientras estoy en Barcelona, pienso en Salzburgo, Innsbruck, Praga, Olomouc, Cracovia, Trencin... Lo hago con nostalgia (qué suerte los que pueden aprovecharse del encanto del frío). Mientras llega la fecha de coger el avión, me conformo con las olas de frío atlántico que llegan de vez en cuando a España. Entonces, sólo pienso en llegar a casa, encerrarme en la habitación y pasarme toda la noche leyendo o viendo películas mientras oigo el viento agitar el ramaje de los árboles. Es mi particular viaje de consuelo.

Texto y fotos: Manel Haro.

2 comentarios:

Esther dijo...

Es muy bonito lo que cuentas.
Cuando yo vivía en Cracovia, los paseos por sus calles medievales se convirtieron en una costumbre, pero también en un acto nostálgico. Sus gentes, los edificios grisáceos y la densa carga histórica de la ciudad, me transmitían ese deseo de resurgir, de renacer, que tanto caracteriza al país europeo- Ave Fénix por excelencia. Y el frío, tu ansiado compañero, agudizaba este sentimiento en el que una comunidad quebrada intentaba mantener el pasado, y la identidad, sin continuar desprotegida ante su historia, una historia de invasiones y robos.

Te cuento una anécdota que me impactó muchísimo:
En la calle Grodzka, peatonal que conecta el Wawel Castle con la Rynek, había unos cuantos indigentes que dormían en un pequeño pasadizo cubierto. Pasaba todos los días por allí, y los observaba. Abrigados con grandes chaquetas y mantas, dormitaban o hablaban tranquilamente, desde su marginalidad, siempre en reunión con el alcohol. (Había uno que se parecía a Julio Cortázar, realmente impresionaba mucho.)
Pero una mañana noté un cambio; sus miradas pasivas se habían convertido en miradas horrorizadas, movidas por un instinto casi animal. Estaban muy nerviosos.
Esa noche nevó intensamente. Fue la primera nevada y con ella el pasadizo cubierto de la calle Grodzka quedó vacío, sin rastro de sus habituales.

En fín, a mí el frío me predispone a la nostalgia, y con ella se despiertan mis sentimientos. Y fue ahí, en este estado de regocijo emocional y perceptivo, cuando Polonia tuvo mucho que contarme. Aún sueño bastantes noches que paseo sin rumbo por sus calles, quedando fascinada a cada paso.

Te deseo un feliz viaje

Manel Haro dijo...

¿Sabes que "Rayuela" es, para mí, la mejor novela jamás escrita? Si hubiese visto a un vagabundo clavado a Cortázar en Polonia, hubiese creído que era él. Teniendo en cuenta lo que escribía y cómo escribía... no me cabe la menor duda de que tenía poderes del más allá... Sin duda es el Cortázar de los años 70 que viajó al futuro para regresar y escribir un cuento. Dentro de poco saldrá algo inédito de él basado en Polonia. Ya verás, ya verás...