Qué duda cabe que cuando vamos a una librería de libros de segunda mano, llamadas también librerías de viejo, sentimos que nos metemos en un mundo donde, de alguna manera, nos sentimos reconfortados.
Cierto es que muchas veces nos encontramos con dependientes incómodos, que quieren saber, nada más pones un pie en la tienda, qué es lo que estás buscando, como escrutándote con la mirada, como si en el fondo te estuviera diciendo: lo siento, se ha equivocado de tienda.
Pero afortunadamente no siempre es así y al entrar en estos establecimientos, vamos cargados de esperanza, ya sea para encontrar alguna novedad a bajo precio o bien para encontrar algún título que hace meses estamos buscando o sencillamente porque estamos seguros que sucumbiremos ante ese ejemplar puesto en la estantería y que, para sorpresa tuya, tan sólo marca dos euros.
Pero vamos a ir más allá, cuando adquirimos un volumen en cualquier librería de viejo seguro que todo el mundo se ha encontrado con algo dentro. Me refiero a dos posibles cosas: una dedicatoria o algún papel doblado dentro.
En cuanto a las dedicatorias, podemos ver cosas tales como “con cariño a… “, “para mi mejor amigo…”. Yo lo más encantador que me he encontrado es “¿hay algo más hermoso que saber que siempre serás mi amiga?”. Rápidamente nos hacemos la pregunta: qué pasó con aquella amistad para que esta persona decidiera deshacerse del libro sin atender a lo valioso de esa dedicatoria. Quizá esas dos personas discutieron y ella por rencor, regaló el libro o lo puso a la venta. Quizá sencillamente, no recordaba que contenía semejante muestra de afecto. Nos gusta hacer volar la imaginación en estos casos e intentamos montarnos una historia donde todo nos cuadre perfectamente.
Estas cavilaciones se multiplican si en vez de encontrar una dedicatoria, enconctramos algún objeto de papel. Es decir, antiguas postales que alguien guardó entre las páginas, tarjetas de autobús caducadas, puntos de libros antiguos, cartas personales, fotografías… Ahí sí que nuestra mente empieza a volar e intentamos construir una historia creíble en nuestra mente para saber el por qué de ese objeto.
Yo, personalmente, de las cosas que me he encontrado, me llaman más la atención un punto de libro antiquísimo de Marilyn Monroe dentro de una novela de Terenci Moix (que no era la que todos estamos pensando), una invitación para unas bodas de plata, una postal de Artemisa Gentileschi y las dos cosas que más me han hecho pensar, un trozo de tarjeta de embarque para un vuelo y un billete (de dinero) de Hong Kong.
¿Se imaginan a alguien en el aeropuerto de El Prat esperando para tomar el avión y utilizando la tarjeta de embarque como punto de libro? ¿Iría solo o acompañado? ¿De negocios o de ocio? Yo imagino a esa persona haciendo un viaje solo, no sé por qué, y leyendo en el avión la novela de John Fante donde me la encontré. O imagínense que una persona recibió una invitación para las bodas de plata de una tía suya y la guardó dentro de un libro, mientras lo leía y luego no recordó recuperar la invitación antes de deshacerse del libro. Por no hablar de esa persona que dejó el billete de poco más de un euro de valor de Hong Kong en las obras completas de Francisco Candel.
Cuando entramos en una librería de viejo, estamos adentrándonos en muchos mundos paralelos o que se entrecruzan sin saberlo, no solo nos dejamos llevar por los argumentos que cuentan los libros, sino por todo lo que lo envuelve, esas dedicatorias, esos sellos de antiguos propietarios, esos objetos perdidos.
¿Cuánta gente dedicó horas y horas buscando un boleto de lotería premiado sin saber que lo tenía dentro de la última novela que leyó? Yo mismo he perdido cantidad de papeles dentro de libros que he devuelto a la biblioteca o que he regalado, y me he dado cuenta días más tarde del lugar donde permanecen (o quizá ya no).
En definitiva, que cuando compramos un libro por dos euros en una tienda de saldo, no solo adquirimos un volumen (más o menos valioso), sino que también nos llevamos a casa toda su historia, la de su antiguo propietario, la de quien lo regaló… De nosotros depende querer indagar en todo ese material o sencillamente abrir el libro por el capítulo uno y empezar a deslizarnos por las páginas.
Manel Haro (texto y foto) - ArtiLiteratura © Ciberanika.com
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