El argumento es bastante sencillo a primera vista. Kurt es un joven sastre que trabaja tranquilamente en una localidad alemana hasta que el ejército alemán lo llama a filas. Nuestro protagonista se ve obligado a dejar la sastrería para colocarse el traje de militar y lanzarse a la aventura bélica de la Segunda Guerra Mundial.
Las tropas de Hitler traman la entrada en Francia y Kurt se ha ganado muy rápidamente la confianza de sus superiores, hasta el punto de convertirse en cabo. Movido más por la inercia de la fuerza del ejército alemán que por ambición propia, solicita en todo momento estar en línea de combate y ayudar a su patria.
Pero de repente Kurt se choca con la más dura realidad, los brutales asesinatos de víctimas inocentes se cruzan ante sus ojos. Va a ser un golpe tan duro para este humilde sastre, que el cuerpo le deja de responder. Kurt pierde la sensibilidad de su cuerpo.
A partir de este punto se ponen en marcha una serie de divagaciones existencialistas entorno al personaje que interaccionarán con el lector para que éste participe en las más profundas reflexiones sobre las guerras, el horror, el absurdo y la reacción de algo tan frágil, en el fondo, como es el cuerpo humano.
La ofensa es una novela corta que se lee de un tirón. Hay una clara intención de huir de los abusos ornamentales de la narrativa e ir directo al grano, escribir únicamente lo que es pertinente para el relato y obviar información que el lector ya sepa o pueda imaginar.
Y lo cierto es que estamos ante una novela que en todo momento va a pedir una interacción con el lector en el plano interpretativo. Decía Hemingway en su teoría del iceberg que lo importante en un relato no es lo que se dice, sino lo que no se dice, lo que se intuye. Precisamente aquí se juega con esta técnica. Kurt abandona la sastrería y se va a luchar a la guerra, en un principio participa de forma vehemente, pero al encontrarse con la dura realidad de la sangre derramada en vano, de repente su cuerpo le deja de responder. Podríamos decir que esto es, muy básicamente, el argumento, lo importante es lo que exprimamos nosotros a partir de aquí. ¿Cómo reacciona el ser humano ante situaciones de teorror? ¿Es el cuerpo capaz de desvincularse de su mente ante este panorama? ¿Puede uno reponerse después de experiencias tan amargas? ¿Son todas las guerras iguales? Hay un sinfín de preguntas que el propio autor va planteando en la narración, así como otras que el lector se formula.
No estamos ante una novela de guerra al uso, no es otra narración sobre el holocausto o sobre las atrocidades del régimen nazi. Es una novela que utiliza la excusa de la Segunda Guerra Mundial para marcar un antes y un después en un personaje, para que sirva como punto de inflexión y se haga una dramatización de la experiencia del ser humano ante el terror. Podría no ser la Segunda Guerra Mundial y la esencia sería la misma.
El ritmo de la novela está bien llevado y a medida que leemos, más crece el interés por Kurt, por entender qué le ocurre. La resolución de la novela es, diría yo, lo mejor de todo, con un juego de imágenes finales absolutamente desgarradoras.
Por lo tanto tienen razón Vila-Matas y Rosa Montero cuando dicen que es una novela corta pero intensa, porque no podemos quedarnos con lo que nuestros ojos leen, sino que disfrutaremos también haciendo un ejercicio de reflexión a medida que avanzamos.
Manel Haro.
Crítica aparecida en Anika Entre Libros (http://www.libros2.ciberanila.com/)
1 comentarios:
el primer dimarts a la llibreria bernat fem una tertulia del libre " la ofensa " l´acabo de llegir i tambe el comentari del teu blog i estic d´acord amb el que dius
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